El hombre tras el mito, capítulo final: La última vez que tumbaron a Fernando Martín

Foto de portada: Miguel García-Viso.

Foto de portada: Miguel García-Viso.

En este último capítulo les traemos seis nuevas historias donde, entre otras cosas, descubriremos todos los detalles de la última derrota del mito.

Recuerda que puedes adquirir el libro de «Fernando Martín: Instinto Ganador» para conocer muchas más historias.

GENIO Y FIGURA

Hay veces que la vida te ofrece la oportunidad de estar en el momento justo y el lugar adecuado. Y en mi caso, el baloncesto me permitió disfrutar en directo de un partido que pasaría a la posteridad por ser la primera victoria del Caja de Ronda ante el Real Madrid y la última derrota de la carrera de Fernando Martín.

Es imposible borrar la carga emocional vivida en esos días para un joven y apasionado seguidor como yo. La euforia por vencer al conjunto blanco y convertirnos en líderes de la liga se transformó en drama cuando al cabo de unas semanas nos enteramos del trágico accidente que sesgó la vida de  Fernando Martín.

Poniendo en orden mis recuerdos he querido presentar una crónica a la altura del personaje. Quiero compartir con vosotros una semblanza más completa que la simple visión personal llena de nostalgia, mítica y un poco de fanatismo. Gracias a la colaboración del gran capitán Rafa Vecina junto a la afanosa labor de hemeroteca del periodista local Enrique Miranda, mi memoria de aficionado ha completado el proceso de reconstrucción de un duelo mítico para la hinchada malagueña.

En plena jornada electoral, la tarde del domingo 29 de octubre de 1989 reunía todos los elementos para entrar en los anales de la historia del basket nacional. Los brillantes resultados cajistas habían disparado la expectación a cotas nunca vistas provocando que el cartel de “No hay billetes” colgara en las taquillas de Ciudad Jardín. En su previa del “Diario Sur”, el maestro Paco Rengel enfrentaba el factor sorpresa local ante el poderío y tradición blanca en un partido que se disfrutaría en los salones de todo el país gracias a la retransmisión ofrecida a través de Canal Sur.

Una hora antes, con los nervios a flor de piel y provisto de un buen cargamento de pipas, ya estaba acomodado en la tribuna del pabellón con mis padres. Teníamos una gran oportunidad de superar al conjunto merengue pese a contar con el fortalecido liderazgo de un Fernando Martín que volvía a disfrutar con la propuesta de juego coral diseñada por George Karl. La apuesta táctica de Mario Pesquera se sustentaba en maniatar a Fernando como misión esencial y en optimizar las virtudes del quinteto mágico de los cajistas.

Nunca se había vivido un ambiente similar en nuestro pabellón. La afición empujaba con ansias desde el calentamiento. El Real Madrid se vio sorprendido desde el inicio por la actitud valiente y nada timorata de los locales quienes, guiados por el certero Fede Ramiro, desplegaron un juego muy  efectivo que dejó noqueado al Madrid.

Fernando Martín, principal amenaza interior del equipo visitante, se mostraba desubicado ante la movilidad del trío de interiores cajista. Arlauckas, Brown y Vecina intercambiaban sus posiciones sin encontrar oposición en la pintura madridista. “¡Eres como un mosquito, no sé por dónde trincarte” le espetó Fernando a Rafa Vecina en varias ocasiones, mientras la diferencia seguía aumentando en favor de los locales.

La ventaja (40-28) del descanso llevó la euforia a las gradas. Entre el humo de los cigarrillos y los efluvios etílicos provenientes del bar, no dábamos crédito a la exhibición que estábamos viendo. El dominio incuestionable de los locales había dejado sin respuesta al conjunto madrileño. Se había frenado la vía interior de Martín y la respuesta exterior de Biriukov tampoco fluía gracias a la intensa defensa de Pepe Palacios.

La segunda parte se inició con un mayor despliegue de baloncesto control de los malagueños impidiendo cualquier atisbo de reacción del Madrid. Fernando salió enrabietado del vestuario y se llevó una primera técnica por protestar en el minuto 22, recibida con gran regocijo y algarabía de la hinchada local. El Caja de Ronda, pese a no realizar un solo cambio en todo el encuentro, continuaba sin bajar su intensidad, disfrutando de una cómoda renta hasta que llegó la jugada decisiva del partido.

Corría el minuto 34 y el graderío coreaba cada ataque malagueño. La impotencia visitante quedó reflejada cuando el colegiado principal Jesús León Arencibia sancionó con falta antideportiva una dura acción de Martín. Esa quinta falta tenía olor a victoria para los locales. Fernando siguió mostrando su desconcierto desde el banquillo e instantes más tarde protestó airadamente otra decisión arbitral agitando una toalla. La técnica que le señaló Arencibia significaba su expulsión al vestuario, momento que el Caja de Ronda aprovechó para aumentar la diferencia a una máxima renta de 17 puntos. Habíamos conseguido eliminar de la lucha a nuestro rival más duro. David estaba a punto de derrotar a Goliath.

La fiesta se adueñó de Ciudad Jardín. Pese a un último arreón madridista, el triunfo se quedó en casa por 80 a 73. Regresamos a casa afónicos, sudorosos y aún incrédulos por la exhibición presenciada. La alegría también se desbordó en el vestuario tras conseguir dos hitos: derrotar al “coco” madridista y convertirnos en líderes invictos tras siete partidos de competición.

La plantilla se marchó a celebrar la victoria a un conocido bar de la zona este de la capital donde coincidieron con el propio Fernando Martín. Vecina y Martín, rivales en el parquet pero siempre unidos por el origen sevillano de sus madres, se sentaron a charlar un rato ocurriendo una de las habituales anécdotas que ilustran el carácter de Fernando y lo importante que era para él la educación en las personas. Mientras ambos jugadores mantenían una animada conversación, un chico se acercó con cierta insolencia para pedirle un autógrafo y una foto al jugador madrileño quien le contestó, con su característica seriedad no exenta de sequedad, “¡Estoy con un amigo, un poco de educación por favor!”. Rafa se mostró muy sorprendido por su negativa y Fernando justificó su comportamiento por ser una situación muy habitual. Martín le explicó que, por su condición de personaje público, estaba harto de que la gente se tomara esas confianzas sin ni siquiera pedir permiso.

A la mañana siguiente, la sección deportiva de la prensa se hizo eco de la hazaña cajista. El “Mundo Deportivo” comenzaba su crónica con un “¡esto es increíble!”, mientras Paco Rengel glosó el triunfo malagueño en el periódico local con epítetos que hablaban de perfección o excepcionalidad. El punto en común sobre el que no hubo lugar a dudas fue que una de las principales claves del resultado se gestó en haber limitado la aportación atacante de Fernando Martín junto a los múltiples quebraderos de cabeza que padeció en las tareas defensivas.

La victoria malagueña se convirtió al cabo de unas semanas en una pérdida irreparable para el baloncesto español tras la trágica desaparición de Fernando. Tal y como demostró en su penúltimo partido se fue un líder, un luchador, un tipo con carácter y que no se casaba con nadie. Nunca dio su brazo a torcer y compitió con señorío hasta el último aliento. Se marchó el jugador que nos hizo mayores. Fernando Martín, por siempre, genio y figura.

JuanMa Rodríguez

@OrientaGaona

FERNANDO MARTIN, NUESTRO INDIANA JONES

Fernando Martín provocaba  reacciones cuando lo veías de cerca, pero ninguna de ellas era la indiferencia, así que os contaré lo que era ver a aquel gigante para un impresionable joven de 15 años como era yo.

Os pongo en situación. Año 1982, yo jugaba en el juvenil de Inmobanco que era uno de equipos que comenzó a dar guerra en Madrid.

En esa temporada 82-83, el hermano de Fernando MartínAntonio, jugaba en el juvenil de Estudiantes. Por lo tanto, me tocó varias veces defender a un espigadísimo Antonio que no paraba de crecer.

Así es como vi por primera vez a la salida del Pabellón de Vallehermoso a Fernando Martín que esperaba a Antonio.

Todo fue  fortuito, ya que salieron rápido por el  tumulto que se formó al ver a Fernando y solo pude ver sus imponentes hombros y cabeza yendo deprisa por encima de la gente.

La segunda vez que le vi, fue «intensa» y  graciosa: yo estaba en la grada de la sempiterna cancha de la Calle Pez Volador del Real Canoe.

Habíamos jugado contra Canoe  y después jugaban los senior de Inmobanco (antiguo Tempus) contra el Joventut de «Matraco» Margall, Villacampa y  Montero.

Curiosamente, la cancha del Canoe era la del Inmobanco, ya que Vallehermoso se les había quedado pequeño para jugar en Primera División que era la homóloga a la Liga ACB actual.

Así que yo subía por las gradas con mi bolsa de deporte, de una manera alocada y buscaba un sitio bueno para degustar aquel partidazo.

Como buen quinceañero subía por la grada con la cabeza baja mirando hacia el suelo, cuando llegué a la última fila que daba con el pasillo y choqué con una especie de muro.

No era un muro de ladrillos, pero era casi tan duro. Era un persona muy dura, y enorme.

Estaba sorprendido porque no soy bajo (1,91 m) y lo normal es que le hubiera arrollado, pero ni se movió.

Aturdido observé su anchura  y tuve que mirar para arriba. Era un gigante. Cuando vi su cara, flipaba, era Fernando Martín que se reía, como diciendo » ¿a dónde vas, chaval con esas prisas? que te vas a hacer daño…»

Sin embargo, aquel coloso no dijo nada, mientras yo palidecía, sin ser capaz de soltar las disculpas oportunas. Yo ahí, con mi ídolo, paralizado.

Sí, era Fernando, enfundado en una chaqueta de cuero. Parecía un clon del héroe de celuloide que causaba furor en los cines de aquellos 80. Me refiero a Indiana Jones con su chaqueta de cuero envejecido y su barba de pocos días.

Quise pedirle un autógrafo pero no me salieron las palabras  y la vergüenza me invadió.

Fernando no le dio la mayor importancia al choque, siguió sonriendo y entendió que producía a veces ese efecto de aturullamiento en los aficionados, sobre todo en los más jóvenes.

Al final, se dio la vuelta, y pude darme cuenta las dimensiones de sus hombros que ocupaban todo el ancho del pasillo.

Me temblaban las piernas y bajé a contarle a mis compañeros que me choqué con Fernando Martín. Ellos, me decían…»Vale, tío, pero… mira que mate de Villacampa!

La última vez que le vi tan cerca, fue algo más sosegado para mí: en una sesión doble de entrenamientos en Vallehermoso, y Antonio Martín se infiltró con nosotros a través de Miguel Ángel Martín (alias «el cura») que era nuestro entrenador.

Miguel Ángel fue entrenador de Estudiantes y después del Real Madrid y se dedicaba en ese momento a las categorías de formación y llevaba a la selección madrileña juvenil.

Pues ahí estaba Fernando, en la grada viendo a su hermano, y cuando terminó la sesión, bajó justo a la puerta de salida. Todos pasamos alucinados saludándole tímidamente.

Meses después todos los juveniles fuimos  a ver a nuestro equipo senior del Inmobanco  que jugaba el Torneo de Navidad contra el Real Madrid. Diciembre de 1982.

Quería ver jugar a nuestro equipo, pero sobre todo a Fernando Martín y su compañero Mirza Delibasic.

Y es que Inmobanco estaba invitado por ser el equipo revelación  de la Liga, pero sobre todo porque era el equipo de Raimundo Saporta.

En la 82-83 el Inmobanco jugó la final de la Copa del Rey al Barcelona, y obtuvo la plaza para participar en la Recopa, pero al final, desapareció al no tener sponsor.

Aquel Inmobanco era muy peleón con Alfonso del Corral, Indio Díaz, Vicente Gil, Fermosel, Toñin Llorente, Sautu, Prada, Joe Galvin etc… y estaba entrenado por un grande de nuestro baloncesto: Ignacio Pinedo .

A pesar de la buena plantilla que tenía Inmobanco lo tenía realmente difícil en ese partido contra un plantilla de ensueño dirigida por el gran Lolo Sainz que dirigía a los  Fernando Romay, Fernando Martín, Rafael Rullán, Juan Antonio Corbalán, Wayne Brabender… y la increíble doble «D» balcánica: Drazen Dalipagic (sólo podía jugar competiciones europeas) y mi idolatrado Mirza Delibasic.

Recuerdo bien las genialidades de Mirza Delibasic y las indicaciones que me decía Miguel Angel Martín sobre el partido de Fernando Martín:

«Mira a Fernando, cómo se coloca perfectamente en defensa, fíjate como se posiciona en el rebote, cómo ayuda, cómo bascula de lado a lado.  Tienes que ver lo inteligente que es en la cancha. Y es que el baloncesto es un deporte para listos…»

Y desde luego, Fernando demostró durante su carrera que era uno de los más listos de la clase.

Muchos años después fui a jugar un partido con amigos en el Polideportivo Fernando Martín y debo reconocer que me emocioné al ver ahí tantos recuerdos suyos y me hizo recordar aquella época tan bonita de jugador de formación cuando pude verle varias. Fernando Martín, aquel jugador que parecía una estrella de cine de aventura y le seguirías a donde fuera: nuestro Indiana Jones del baloncesto. Me emocioné hasta por haberme chocado con él!

Basket a todo Ritmo.

@BasketatodoRitm

Basketatodoritmo.blogspot.com.es

UNO DE LOS “MÍOS”

Era un domingo de diciembre como otro cualquiera. Con bastante fresquito, eso sí y lluvioso. Comida con los amigos, una de tantas en las que se alargaba la sobremesa. No me importaba porque hasta las seis y cuarto no comenzaba en el Palacio de los Deportes el partido del Madrid y me daba tiempo de sobra a llegar desde el barrio de Hortaleza, donde vivían nuestros amigos, hasta Goya.

Una larga y agradable sobremesa. No recuerdo bien a quién se le ocurrió la idea de encender la televisión, pero de repente todo cambió. Una María Escario compungida aparecía en la pantalla de la tele. Súbitamente, un impulso hizo dirigir mis sentidos a hacia lo que decía, más bien hacia lo que balbuceaba.

El tiempo se paró para mí. No podía creer lo que oía. La sensación de bienestar que vivía se transformó en dolor y las risas dieron paso a las lágrimas. Lo que ella jamás hubiera querido anunciar y yo menos escuchar resonó en el comedor en el que me encontraba como un trueno. Un rayo penetró dentro de mí, produciéndome una sensación parecida a cuando te tomas una bebida helada de golpe, y avanzó directo hacia el corazón.

“Fernando Martín ha muerto”. María Escario contaba los pocos detalles que aún se conocían. Un accidente de tráfico y poco más. La sobremesa se truncó. Ya no hubo otro tema más de conversación, aunque lo que a mí menos me apetecía era hablar. Quería tener información, contrastarla. Quería que alguien dijera que no era cierto, que me despertara de esa pesadilla. No sé cuánto tiempo pasó hasta que mi pareja propuso que nos marcháramos. Perdí la noción del tiempo. Supongo que también la del espacio. Cogimos el coche, pero tomó una dirección que no era la prevista inicialmente porque dejamos de lado el Palacio de los Deportes para ir a casa. Esa noche la radio y la televisión fueron cómplices de mi tristeza según se iban conociendo más detalles, se iba recordando la figura de Fernando y se podían ver las reacciones de sus compañeros, de sus allegados, de tanta gente… Se me quedó grabada una frase del más joven, de Quique Villalobos: “para mí era Dios y es imposible que Dios se muera”.

Yo no tuve el placer de conocer a Fernando, ni de cruzar una sola palabra con él. Por lo tanto, yo para él era un perfecto desconocido. Pero, en cambio, él para mí no lo era. Era alguien que, como el resto de sus compañeros, de semana en semana al menos formaba parte de mi vida. Cada semana o como mucho cada diez o quince días yo acudía al Palacio de los Deportes para verle jugar y, entre medias, me interesaba por las noticias de cómo había entrenado o jugado, si lo había hecho como visitante. Estaba acostumbrado a ello. Era mi rutina. Era, por tanto, uno de los “míos”. Así que es inevitable que su pérdida te afecte o duela más que la de otra persona. Esto es un hecho del que no se si un deportista es consciente o no, pero ocurre.

El lunes siguiente algunos de mis compañeros de trabajo no llegaban a entender mis sentimientos. Su razón chocaba con mi corazón. Cómo podía estar tan afectado por una persona a la que no conocía. Se lo intenté explicar, describiéndoles la persona más que el deportista. Un chaval que lo tenía todo, que tuvo la suerte de nacer en una familia acomodada y estudiar en un excelente colegio, pero que en vez de acomodarse lo supo aprovechar para trabajar, esforzarse, aprender y ejercer su profesión de una forma excelente. No se conformaba nunca. Siempre quería ser mejor. Y como su trabajo era en un equipo, siempre quería lo mejor para el grupo. Una persona inteligente, sensata, fiel y muy especial. Una persona sensible a la que le gustaba sentirse querido. Un amigo de sus elegidos amigos, que marcaba distancias con el resto en un afán por preservar su intimidad. Lo tenía todo, belleza, buen tipo, dinero, era el número uno del baloncesto español, fama, popularidad… pero nada de eso le gustaba. Lo que realmente amaba era coger su mochila y perderse en la montaña o estar rodeado de sus amigos o familia. No le sentó muy bien ser el primer profesional del baloncesto en España, pero lo sobrellevaba porque era su trabajo. Y en su trabajo sentía la obligación de darlo todo, de progresar, de mejorar, de ser el mejor para ayudar al equipo a ganar. Un jugador que postrado en su cama con la espalda maltrecha era capaz de levantarse y coger un avión rumbo a Barcelona, presentándose por sorpresa a la concentración del equipo, porque sus compañeros le necesitaban y al llegar su sola presencia lograba hacer cambiar la cara y el ánimo de todos ellos: “no he cogido un avión hasta aquí para perder”. Y ganan.

Intentaba explicar a mis compañeros de trabajo cómo era Fernando. Y que allí donde se encontrara estaría rezando a su manera para que Ricardo Delgado, la persona que conducía el coche contra el que chocó, se recuperara lo antes posible. Porque Fernando era así. Celoso de su intimidad, pero generoso y bondadoso. Todavía me impresiona ver las imágenes del Lancia Thema rojo destrozado en la M30 con postales de Fernando ensangrentadas sobre el asfalto. Esas postales que siempre llevaba consigo para firmar a los chavales. Ese lunes fue un día duro en el que solo deseaba acabar mi jornada laboral para desplazarme al Pabellón de Deportes de la Ciudad Deportiva, donde se instaló la capilla ardiente. Aquello fue impresionante. Logré sentarme en una de las esquinas del Pabellón, en el fondo sur, la más alejada de la Castellana. Recuerdo que me quedé allí sentado, pegado al cemento de la grada, inmóvil, en silencio, sin querer hacer nada más que estar allí. Pero las emociones estaban a flor de piel. Recuerdo un silencio helador. Recuerdo el féretro al final de la cancha, en el fondo norte, cubierto con su camiseta. Recuerdo a los jugadores, sus compañeros, destrozados. Recuerdo coronas, muchas coronas de flores esparcidas por la cancha. Recuerdo a George Karl dando vueltas, en su mundo, roto de dolor. Recuerdo a un Fernando Romay llorando como un niño. Recuerdo aplausos sentidos que de vez en cuando rompían el silencio. Recuerdo la llegada de los jugadores del Barcelona. Y me vine abajo con las lágrimas de Audie Norris. Un jugador con el que se había pegado, en el sentido literal de la palabra, en cada partido. Con el que había competido hasta el límite. Con el que se había obligado a mejorar cada partido. Y una persona con la que al final de cada partido se daba un abrazo. Una persona que lloraba desconsolado como lo hacíamos en ese momento la mayoría de los que allí presentes y como hago ahora mientras escribo estas líneas.

Juan Carlos García

@JCGarciap7

 

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FERNANDO. SIEMPRE EN EL RECUERDO

El pasado 3 de diciembre de 2019 se cumplieron 30 años desde el fallecimiento de Fernando Martín. Es por ello por lo que, apenas una semana de su de dicha onomástica la peña que tengo el orgullo de presidir (Los Ojos Del tigre) decidió realizar un homenaje al Eterno 10 Blanco. Aunque cuando esta Peña se fundó hacía ya tres años que Fernando nos había dejado, su figura siempre estado presente para nosotros.

Fernando es una de las grandes leyendas este club y su fallecimiento no hizo sino más que aumentar el legado de su gigantesca Leyenda. Además, algunos de los miembros fundadores de esta peña eran íntimos amigos de la familia y en concreto de su madre Carmela por lo que nos sentíamos en la obligación de guardar un año más un sentido homenaje a su figura. Para ello organizamos una velada en un restaurante cercano a la que acudieron varias leyendas del club como Clifford Luyk, Vicente Paniagua o José Luis “Indio” Díaz además de dos de las personas que más saben de la vida de Fernando como son Juan Escudero (autor de la senda de los valientes) o, por supuesto, Javier  Balmaseda.

Para esta celebración decidimos decorar el local con varios posters de Fernando Martín vistiendo sobre todo, el uniforme blanco pero también el de la selección o el de los Portland Trail Blazers. No en vano el ser el primer español y segundo europeo en dar el salto a la NBA es una de las principales razones por las que Fernando Martín es considerado una leyenda.

Durante la comida, a la que asistieron más de 40 peñistas,  Clifford Luyk  estuvo contando anécdotas que vivió junto al eterno 10 en la segunda etapa de Fernando en el Real Madrid (era el segundo entrenador del equipo). Anécdotas muy clarificadoras (que quedarán en la intimidad de aquella comida) y que dejaron perfectamente a las claras que Fernando encarnaba perfectamente los valores del Real Madrid. Trabajo duro, no amedrentarse y siempre saber caer para levantarse.

Y es que  los valores que transmite la figura de Fernando es una de las grandes bases por las que toda peña madridista debe guiarse. El tesón, el no rendirse y el creer que no hay objetivos inalcanzables es algo fundamental para cualquier madridista.

Esta va a ser la primera temporada en 28 años que esta peña (al menos de momento) no va a estar presente en los partidos del Real Madrid, al menos estamos tranquilos ya que sabemos que el espíritu de Fernando seguirá guiándonos hasta el objetivo final.

José María Cañas Velayos

@jmcanasv

CERCA DE LAS ESTRELLAS

Un día, de los más americanos que existen como es Halloween, un chulapo madrileño llamado Fernando Martín Espina, daría un gran salto para el baloncesto global.

Ese 31 de octubre de 1986 en el Memorial Coliseum de Portland, ante 12.666 espectadores, frente a los Seattle Supersonics, Fernando Martín se convertiría en el primer jugador español y segundo internacional, no formado en EEUU, en debutar en un partido oficial de temporada regular de la mejor liga de baloncesto del planeta Tierra, la NBA.

¿Y por qué planeta Tierra?

Hoy en día vemos con normalidad, que jugadores no formados en EEUU, estén en una cancha de la NBA junto a Lebron, Harden o Curry. Pero para Dončić, los hermanos Gasol o Antetokounmpo, 2 pioneros, como el búlgaro Georgi Glouchkov en la temporada 1985-86 y una temporada después un español de 2,05 metros llamado Fernando Martín, tuvieron que dejarlo todo para alcanzar su sueño y el de muchos otros jugadores, para conquistar un planeta entonces muy lejano, rodeado de las mayores estrellas que te podías imaginar, llamado NBA.

Lo que hay que tener claro es que Fernando Martín fue un avanzado a su tiempo, que consiguió hacerse un hueco en una liga que estaba reservada a unos poco privilegiados. Una liga que solo jugaban un selecto grupo compuesto de 274 jugadores formados en universidades americanas, y que uno de ellos iba ser Fernando. Curiosamente, el destino le guardaba un equipo en la NBA, que como él era, tenía nombre de pionero. El nombre de aquellos pioneros de principios del Siglo XIX que cruzaron el Oeste norteamericano para buscar gloria, los Trail Blazers de Portland.

Para darse cuenta de la gesta de Fernando, es que le tocó jugar en la época de mayor esplendor de la NBA, con los duelos entre Magic y Bird, en esas finales frenéticas entre Celtics y Lakers, coincidiendo con el Showtime de los de Pat Riley con su Run and Gun, y en una temporada donde esos mismos Lakers ganarían el anillo con aquel 5 que sabíamos todos de memoria con Magic, Scott, Worthy, Green y Kareem, y con la explosión de Michael Jordan donde conseguiría el 1º de su 10 títulos en anotación en la NBA. Esa misma temporada donde Jordan alcanzaría su máxima media anotadora de su carrera con 37,1 ppg, con 53 y 46 puntos en sus dos enfrentamientos frente a los Blazers de Martín.

Pero volvamos a la temporada anterior. Fernando había sido elegido en el Draft de la NBA del año 1985 por los Nets de New Jersey en el puesto 38. Un puesto muy alto para un jugador extranjero, que hasta ese momento ningún otro jugador foráneo sin formación norteamericana había conseguido, ni apenas había pasado del puesto 100. Para ver el mérito de Martín con otros jugadores foráneos, Oscar Schmidt había sido elegido en el draft de 1984 por los Nets el puesto 131, Panayoti Giannakis por los Boston Celtics en el puesto 205 del año 1982, el japonés de 2,34 metros Yasutaka Okayama por los Warriors en el puesto 171 de 1981, el mismísimo  Aleksander Belov en el puesto 161 de 1975 por New Orleams Jazz o en ese mismo Draft de Fernando, el mismo Georgi Glouchkov sería elegido por los Phoenix Suns en el puesto 148 y los Atlanta Hawks elegirían a Arvydas Sabonis en el puesto 77, donde posteriormente aquella selección sería invalidada, al no tener Sabonis la edad mínima de 21 años para ser drafteado. Curiosamente en el Draft de la temporada siguiente, y otra vez el destino, cruzaría a dos iconos del Real Madrid, Arvydas Sabonis y Drazen Petrovic con Martín, que serían elegidos en el puesto 24 y 60 respectivamente por los Trail Blazers, la misma temporada que Fernando jugaría en la ciudad verde.

Pero, ¿qué hizo Fernando Martín Espina para que equipos de la NBA como Los Angeles Lakers y New Jersey Nets, como cuenta Javier Balmaseda en su libro “Fernando Martín. Instinto ganador” lo quisieran en su equipo?

La selección.

Pues bien, aparte de los éxitos ya sabidos con la selección española de Antonio Díaz-Miguel, en sus 86 internacionalidades desde que debutara con 19 años en Burdeos en 1981 frente a la selección francesa con victoria 103 a 109 para España, a su último partido con la selección en el mundial de 1986 de España frente a Italia con victoria 87 a 69 con 24 años, consiguiendo la plata del Eurobasket de Nantes de 1983 y la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1984, empezaría a llamar la atención de los ojeadores NBA en aquella selección del mundial de Colombia de 1982 en la que España quedaría 4º, que despertaría el interés de los españoles, con esa gran generación de jugadores, y que con solo 20 años, Fernando conseguiría anotar 26 puntos en la histórica victoria  109 a 99, frente  a la selección norteamericana de “Doc” Rivers, Antoine Carr, Mitchell Wiggins, Jim Thomas y John Pinone entre otros.

El Real Madrid.

Hay que entender que además del carisma ya sabido de Fernando, sobre todo era un competidor y ganador. 4 Ligas, 3 Copas del Rey, 1 Supercopa de España, 2 Recopas de Europa, 1 Copa Korac y 1 Copa Mundial de Clubes, fue su bagaje de títulos en el club blanco, pero sobre todo, llamaba la atención sus números en el Madrid, y que eran propios de un americano. No eran muy habitual para un jugador interior español. En sus 8 temporadas en el Real Madrid promedio 19,3 ppp y 6,8 rpp, estando 3 temporadas por encima de los 20 puntos de media, anotando en un partido en la temporada 1985-86 (la misma del draft), 46 puntos y valorando otros tantos puntos en la victoria frente a el Fórum de Valladolid, donde curiosamente jugaba Granger Hall, americano que había sido elegido en el mismo draft de Fernando en el puesto 78 por Phoenix Suns, y que acabaría la temporada con 23,1 ppp, frente a los 23,0 ppp de Fernando.

En conclusión, Fernando Martín en Europa, era otro americano más, pero de Madrid, ESPAÑA.

Portland Trail Blazers y la NBA.

Saltando todo lo ocurrido la temporada anterior con los Nets, donde está bien explicado por Javier Balmaseda en su libro “Fernando Martín. Instinto ganador”, que Fernando volviera a intentar jugar en la NBA y a conseguir pasar todos los cortes para formar parte de un roster NBA, solo eso, en esa época, tenía un mérito descomunal para un jugador foráneo.

Dejando a lado si Portland era o no, la mejor opción para jugar en la NBA, siendo un equipo de playoffs, y que no le venía nada bien a su juego, lo que tenía claro Fernando es que podía competir con los mejores y estar cerca de las estrellas.

Ya solo defender a Larry Bird o que defendiera Alex English, luchar por el rebote con Moses Malone, Kevin McHale, Robert Parish o Marques Johnson, emparejarse y tocar a Julius Erving en su 3º partido en la NBA, o recibir un recado de bienvenida en el bloqueo de Karl Malone en el 2º, y emparejarse como en su debut con Tom Chambers, solo eso, ya merecía todo lo ocurrido ese año.

Hay que tener en cuenta que Fernando había fichado por un equipo donde tenía varios compañeros que habían sido o eran All-Star como Clyde Drexler, Jim Paxson, Caldwell Jones (ABA) y Kiki Vandeweghe, o que luego lo serían también como Terry Porter y Kevin Duckworth y Steve Johnson y que además contaba con Sam Bowie, Kenny Carr y Jerome Kersey.

La tarea no iba ser nada fácil, ya que los Blazers tenían a un entrenador novato llamado Mike Schuler, muy conservador y que no confiaba nada en los rookies. Como ejemplo de lo difícil que era entrar en la dinámica de un equipo NBA, Fernando tenia de compañero a Walter Berry, que había sido seleccionado esa temporada en el draft en el puesto 14. Después de haber sido elegido mejor jugador universitario del país, y que estaba por detrás de Fernando en la rotación de los Blazers. Tras 7 partidos, sería traspasado a los Spurs intercambiado por Kevin Duckworth, (nº. 33 de ese mismo draft), tras la lesión del pívot titular Sam Bowie. Pues bien, Duckworth se suponía que iba entrar como pívot titular tras la lesión de Bowie, pero no llegó a jugar ni uno solo de los 51 partidos que participo en Portland esa temporada. Schuler, prefirió poner de center a Steve Johnson, un veterano de 29 años con experiencia, que hasta la llegada esa temporada a Portland, y que había promediado 11 ppp en 20 mpp en su carrera antes que a un pívot novato. Con Schuler de entrenador y sin confiar en los rookies, Johnson subió sus minutos a 29 por encuentro y a 16,8 ppp.

Pero volvamos a Walter Berry en Portland no llegaba a 3 mpp donde promediaba 1,9 ppp, y al ser traspasado a los Spurs esa misma temporada paso a 28 minutos y 17,6 puntos por partido.

Epílogo.

Con esto, ahí está el gran mérito de Fernando, y lo difícil que era encontrar el equipo y el entrenador correcto para poder luchar cerca de las estrellas.

Como dato histórico que nadie podrá quitarle a Fernando Martín en los libros de historia de la NBA, es de ser el primer jugador internacional, no formado en EEUU, en debutar en un partido de playoffs de la NBA, donde lo consiguió el 30 de Abril de 1987 en el Summit de Houston, al jugar en el 4º partido de la 1º eliminatoria frente a los Houston Rockets de las torres gemelas.

Iván Noval Rodríguez.

@inovalr

FERNANDO MARTÍN. UN PUENTE ENTRE DOS MUNDOS

En la madrugada de verano de 1984 estalló ante nuestros infantiles ojos la fantasía del baloncesto, en dos mitades separadas por un océano.

Fernando fue el ingeniero, constructor y primer viajero del titánico puente que unió para siempre nuestro baloncesto español con aquel inalcanzable y mágico Olimpo de la NBA.

Obra tan descomunal que perduró estoica esperando a que crecieran los hijos de aquella noche, y lo viajaran confiados y victoriosos.

Aunque luego viviéramos mayores gestas (Induráin, Nadal, Alonso…) él cerró la tabla redonda de los visionarios que levantaron el deporte español: Santana, Bahamontes,  Nieto, Ballesteros, Ochoa y él.

Lo que vino después ya no fue locura, ya no fue sueño, ya no fue visión: un país que crecía y mejoraba liberado de las barreras que ellos demolieron, alumbró toda una generación de deportistas seguros de su victoria , capaces de cualquier cosa, desconocedores del fatalismo perdedor del viejo deporte español.

Un Fernando irreductible, indomable, e inconformista nos infundió el gen ganador, su ADN.

Un español que entró en el castillo de Kareem, Magic, Bird y Jordan. ¿Se imagina alguien a un torero chino en la corte de Dominguín y Ordoñez? Pues más que eso hizo Fernando, porque eso hacen los grandes genios: derribar muros imposibles y construir puentes infinitos.

Aunque después su pérdida nos dejó helado y roto nuestro corazón adolescente, el fin último de su obra ya estaba hecho, y no ha dejado de crecer.

Por eso perdura, por eso le recordamos, por eso es inolvidable.

Una vez mostró el camino, ya no hubo marcha atrás.

Cristóbal Colón descubrió América, pero Fernando también.

Bendito sea.

JULIO TOUZA SACRISTÁN

@JulioTouza

1 Comentario en “El hombre tras el mito, capítulo final: La última vez que tumbaron a Fernando Martín

  1. Enhorabuena x esta serie sobre FM. Me he sentido muy identificado a mis ya 50 años…
    Era el más grande, un ídolo para toda una generación, a pesar de su fuerte carácter. Para mí, sobre todo, era un ser inteligente en un mundo que no le cuadraba…
    Gracias x recordarle.

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