Gracias, Pablo

Pasan las horas y sigo sumido en la más profunda depresión deportiva madridista. Qué manera de hacer mal las cosas, de tirar por la borda una década prodigiosa y, lo que es peor, de ensuciar la imagen del club. Pero bueno, toca levantarse, no queda otra. Así que empezaré por agradecer a Pablo Laso.
No me detendré en su palmarés porque estos días estamos hartos de leerlo y releerlo. Un palmarés histórico, a la altura de los elegidos, de leyenda. Que adquiere más mérito aún si se compara con la anterior etapa tenebrosa de la sección, que duró más de la cuenta. Por citar solo un dato, desde la salida de Lolo Sáinz, en 22 años (de la temporada 1989-90 a la llegada de Laso, 2010-11), con el trasiego de hasta 15 entrenadores, el Real Madrid logró 10 títulos (5 Ligas, 1 Copa, 1 Euroleague, 2 Recopas y 1 ULEB). Ya sabemos que en la mitad de años, 11, Laso ha obtenido 22 (6 Ligas, 6 Copas, 2 Euroleagues, 1 Copa Intercontinental y 7 Supercopas) Demoledor.
Pero para mí, más importante aún es el legado que deja. Laso siempre ha sido alguien de la casa. En su etapa de jugador pudo comprobar y aprender lo que significa el Real Madrid Baloncesto y eso que no vivió una época precisamente gloriosa.
En el debe de Laso figura la “madridistanización” del equipo. Permitidme que me invente esta palabra para definir que con él, el Real Madrid comenzó a estar dirigido por personas madridistas o que al menos sabían lo que era el Real Madrid, lo que es este equipo, lo que significa llevar ese escudo en el pecho, con toda su idiosincrasia, su responsabilidad, sus peculiaridades, sus valores… Y con este equipo comenzó a formar un proyecto de futuro, contando con un núcleo duro de jugadores que, temporada tras temporada, se hacían más y más madridistas e iban a transmitiendo a las nuevas incorporaciones todos aquellos valores olvidados por el paso de los años que caracterizaban al Real Madrid.
Y como madridista puedo asegurar que esto es lo que más gusta a la afición merengue. Ver a tu equipo darlo todo, competir siempre, no rendirse nunca y hacer frente con cabeza alta a las adversidades, sin excusas, sin peros, forma parte del ADN madridista que teníamos olvidado y que Laso ha sabido recuperar. Si, “hasta el final, vamos Real”.
Aquella afición desangelada, deprimida y casi hastiada se volvió a enganchar al baloncesto, al equipo, al buen juego, vistoso, rápido, divertido… Ya no acudías al Palacio (o Saporta, o Vistalegre o Caja Mágica) o te asomabas el televisor con el temor de cómo jugaría tu equipo, si se sería capaz no solo de ganar si no siquiera de poder hacer frente a sus rivales… No. Con Laso acudes al Palacio convencido de que el equipo va a competir cada partido, de que lo va a dar todo, de que, además, tiene la calidad suficiente para poder vencer o estar muy cerca de hacerlo.
El mayor mérito de Laso ha consistido en reubicar al Real Madrid en la élite del baloncesto europeo, devolviéndolo al lugar que nunca debió abandonar.
Por eso, cuando ves que el proyecto funciona, que el Real Madrid Baloncesto ha renacido para volver a ser lo que era, cuando observas que sus rivales no son capaces de doblegarles deportivamente, duele que desde el propio club le llegue fuego amigo.
Pero me falta hablar de la otra cara de Laso, de su parte humana. Dejadme reproducir un párrafo de mi libro, extraído de mis vivencias por Valdebebas: “Pero quien más atraía a mis ojos era Pablo Laso. Humanamente, cada vez que puedes hablar con él te ofrece una lección de vida, con su ironía, su inteligencia, su cercanía. Una persona cultivada y empática que seguramente por ello sea tan buen gestor de personas, de grupo, de equipo. Es el artífice de que este equipo sea una familia”. Así es Pablo Laso, cercano, amable atento y humilde. Por eso le agradezco enormemente que siempre me haya facilitado mi trabajo para planetacb.com y que, como madridista, me haya devuelto la ilusión y me haya brindado once años de buen y exitoso baloncesto.
¡Muchas gracias por todo, Pablo!
