La gran bofetada de Fernando Martín

Foto: Miguel Ángel Forniés
Hoy, día en que se cumplen 32 años del fallecimiento de Fernando Martín, os presentamos una nueva historia donde desvelaremos varios rasgos de su personalidad que fueron determinantes para crear al mito.
Os recordamos que si queréis conocer más historias del Eterno 10, el libro de Javier Balmaseda, “Fernando Martín. Instinto Ganador”, supervisado por su hermano Antonio Martín y con casi 500 testimonios (Arvydas Sabonis, Antonello Riva, Juan Antonio Corbalán, Chechu Biriukov, Fernando Romay, Lolo Sainz, Epi, Audie Norris, Aíto García Reneses, Andrés Jiménez, Brian Jackson, Wayne Robinson, Linton Townes, Dino Meneghin, Mike Davis, Essie Hollis, Quique Villalobos, Isma Santos, Gonzalo Vázquez, Antoni Daimiel, Ramón Trecet, etc.) está a la venta en Amazon.
Como buen signo de fuego, Aries, la fuerza que Fernando Martín llevaba dentro impulsó su vida desde el mismo momento de su llegada al mundo en Madrid, un 25 de marzo de 1962. Tercero de los cuatro hijos de Ricardo Martín y Carmen Espina, desde pequeño, gracias a los principios que le inculcaron sus padres y hermanos, fue construyendo una potente personalidad, motor indispensable para superar todas las dificultades que se iba a encontrar por el camino. Muchos de los que mejor lo conocieron destacan la fuerza, el valor y la generosidad como los rasgos principales de su carácter. La tan ansiada búsqueda de equilibrio entre cuerpo y mente es lo que todo buen deportista persigue para alcanzar la cima en cualquier deporte. Y eso sin duda lo tenía, y de qué manera, Fernando Martín Espina.
El pívot madrileño era alguien que, desde muy jovencito, no pasaba desapercibido para la gente. Con tan solo dieciséis años y con apenas cinco meses jugando al baloncesto, se incorporaba al equipo juvenil de Estudiantes, uno de los conjuntos con las máximas aspiraciones posibles en España. Pero poco antes de reunirse con sus nuevos compañeros, en el colofón del verano de 1978, recibe una llamada un tanto inesperada: una invitación para realizar, junto con su compañero y amigo Luis López-Cózar, la pretemporada con el primer equipo, inmerso en la Liga Nacional Española. Durante unos días, ambos pasarían a formar parte de un grupo de adultos, entre los que se encontraban el Patas, el Patitas, Peio Cambronero y Gonzalo Sagi-Vela entre otros, compitiendo año tras año contra los mejores de nuestro país. La primera parada era en el municipio segoviano de El Espinar, donde Jesús Codina (entrenador del primer equipo) tenía una casa. Allí se desarrollaría principalmente el duro trabajo de condición física, aprovechando los parajes que ofrecía este lugar situado en la falda norte de la Sierra de Guadarrama, aunque tampoco faltaría el trabajo con balón, usando para ello una cancha que había al aire libre. Después de llevar a cabo los entrenamientos más físicos, todos se trasladarían al Magariños, sede de los entrenamientos y partidos. El pívot madrileño era en teoría un absoluto novato. Lo normal, en cualquier joven que con sus años se incorpora a un colectivo de personas que le superan en edad, hubiera sido que se comportase y actuase con prudencia. Nada más lejos de la realidad, para Fernando una cosa era la teoría y otra, bien distinta, la práctica, así que ya desde el principio comenzó a cargarse todos los tópicos. Luis López-Cózar: “Cuando Fernando y yo empezamos a realizar la pretemporada con Estudiantes, ya sabes cómo son los mayores, que cuando llegan dos niños lo que desean es mantener la autoridad. Pues bien, en el primer entrenamiento en el que estuvimos todos, Peio Cambronero le propició un codazo a Fernando, no sé si en la boca o en el estómago, que le causó muchísimo dolor e incluso le tiró al suelo. Al siguiente entrenamiento, cuando íbamos subiendo la cuesta del Magariños, le comenté: ‘Oye Fernando, ¿qué vas a hacer con este pájaro?, porque vaya noche que te dio ayer’. Su respuesta fue clara y directa, como era él: ‘Tú, Luis, calla y observa’. Me quedé perplejo, ya que era un niño de dieciséis años que acababa de recibir el codazo de alguien que estaba prácticamente en el final de su carrera deportiva. Pero si sorprendentes fueron sus palabras, sus hechos no lo iban a ser menos. En la disputa de un rebote durante ese entrenamiento, le metió un viaje a Peio Cambronero que lo mandó al suelo”. En el transcurso de esos primeros días y gracias a anécdotas como esta, Luis López-Cózar pudo comprobar, si no lo había hecho ya en la época del colegio, que su amigo reunía una personalidad y fortaleza física idóneas para la práctica del baloncesto: “La diferencia entre ambos es que, a esa edad, él era ya una persona con mentalidad adulta acompañada de una gran fuerza física. Para mí era el primer tío que aparecía en España con buenas espaldas, fuerte y con las agallas suficientes para pegarse con quien hiciera falta. En cambio, yo era un chaval que no estaba dispuesto a pelearse con nadie, porque además físicamente el cuerpo no me acompañaba y rehuía muchísimo del contacto físico”.+
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Después de tres temporadas en Estudiantes, Martín ficha por el Real Madrid el 24 de junio de 1981. Había que tener mucha seguridad en uno mismo para comenzar su andadura con tan solo diecinueve años en un club tan jerarquizado como el Real Madrid de comienzos de los ochenta. Por entonces, cuando algún joven de su edad se incorporaba a la dinámica de la plantilla era el que, por ejemplo, transportaba las bolsas con los balones de entrenamiento. Pero este tipo de detalles no casaban con el carácter del madrileño. Él tenía otra mentalidad. Tenía tanta confianza en sí mismo que se veía como un jugador importante desde el primer momento. Fernando no estaba allí para ir aprendiendo, sino para ayudar desde ya.
El madrileño era uno de esos pocos jugadores que su simple presencia cambiaba el partido. Tenía capacidad de liderar y de cambiar el estado de ánimo de un equipo. De este modo, poco a poco se fue convirtiendo en un ejemplo para todos aquellos jóvenes que empezaban a asomar la cabeza en el primer equipo del Real Madrid. Muchos de ellos vivieron situaciones junto a él en las que quedaron deslumbrados por la personalidad que irradiaba y que nunca dejaba indiferente a nadie. Marcos Carbonell (jugó en el Real Madrid durante las temporadas 1985/86 y 1986/87) es uno de ellos: “Era un luchador, un ganador y un portento de la naturaleza. En un entrenamiento le robé un balón de un manotazo. Entonces se cabreó y me cogió de los pelos. Yo me giré como para darle un tortazo y me daba igual que fuera Fernando Martín, se lo iba a dar igualmente. Él me miró y me dijo: ‘Coño gallego, tienes huevos, sí señor, así me gusta’. Yo le respondí irónicamente: ‘Vale tío, te perdono, porque eres tú’. Acto seguido nos dimos un abrazo y ahí quedó la cosa. Como persona, el trato conmigo fue excelente, a pesar de que yo todavía era júnior y no pintaba mucho. Tenía un respeto exquisito. Solo puedo tener buenas palabras con él. A mí me llamaba el gallego y siempre se interesaba por mí; por ejemplo, cuando tuve un accidente de coche muy grave en el que mi mejor amigo se quedó parapléjico y yo salí bastante tocado. En ese momento, él se preocupó mucho por nosotros dos y constantemente me decía que lo que necesitara. Además, cuando me reincorporé a los entrenamientos después de casi un año entero convaleciente, Fernando volvió a estar muy pendiente de mí”.
Como estamos viendo, Martín también se distinguía por lo generoso que era con todo el mundo que le rodeaba, faceta que sacó a relucir en multitud de ocasiones, como, por ejemplo, cuando fue invitado a un campus en Valladolid que organizaba Mario Pesquera en la primera mitad de los años ochenta y donde fue acompañado de otros jugadores como Rafa Rullán. Mario Pesquera lo recuerda así: “Fernando era una persona totalmente desinteresada. Le invité a mi campus, cuando por entonces ya era una estrella, y vino gratis. No me pidió nada por asistir”. Sin duda, la generosidad constituía uno de los rasgos característicos de la identidad de Fernando, y según se hacía más adulto era muy frecuente que invitase a los más jóvenes del equipo cuando salía con ellos a tomarse unas cervezas. Que se lo pregunten a Guillermo Hernangómez (padre de Juancho y Willy Hernangómez). Según sus propias palabras: “Nunca me dejaba pagar. Cuando me echaba la mano al bolsillo me preguntaba: ‘¿Tú cuánto cobras Guille?’ Yo le respondía: ‘La mitad de la mitad’. Y él me volvía a decir: ‘Entonces cállate que pago yo’”. También hay cervezas que a Guillermo se le han quedado grabadas para siempre por los momentos de tensión que las precedieron. Hernangómez nos cuenta la historia de la gran bofetada de Fernando Martín: “Fernando era titular indiscutible en el Real Madrid y yo tenía que luchar por cualquier minuto. Durante un entrenamiento nos empezamos a calentar y llegamos a pegarnos deportivamente hasta tal punto que Lolo nos mandó al vestuario. De camino subiendo las escaleras del viejo Pabellón de la Ciudad Deportiva, yo iba detrás de él y atemorizado pensando que se iba a dar la vuelta en cualquier momento y me iba a dar un guantazo, y con uno solo que me diese me pulverizaba. Al llegar al vestuario nos sentamos y agaché la cabeza mirando hacia el suelo. Se mascaba la tensión en el ambiente. De pronto, veo que se mueven sus pies en mi dirección, me toca la cabeza y me dice: ‘Venga, dúchate y vamos a tomarnos unas cervezas’. Después de las cervezas me acercó en su Ford Capri a mi casa en Usera. Al ver mi barrio me dijo: ‘¿Pero dónde coño vives?’”.
Cuatro meses. Ese el tiempo que Fernando Martín e Isma Santos fueron compañeros de equipo en el Real Madrid. Un corto espacio de tiempo pero lo suficientemente intenso para que Isma quedara impactado por su carisma. Isma Santos (compañero en el Real Madrid en la temporada 89/90): “Aunque estuve poco tiempo con él, me marcó en mi manera de comportarme, de jugar y de entrenar. Para mí era un ejemplo, no tanto en el aspecto técnico, pero sí en la lucha, en la pelea, en su ambición por ganar y en no dar por perdido nunca un partido. Fueron muchas cosas las que él encarnaba, y que yo siempre he recordado y todavía lo sigo haciendo. Es como si lo tuviera muy vivo después de tantos años. No soy una persona melancólica ni que viva de recuerdos, pero cuando hablo de baloncesto, Fernando siempre está presente”.
Gracias por compartir y dar a conocer una gran persona
Un tío grande que nos dejó muy pronto y que dejó una puerta abierta que sí reconoció el jugador catalán que participó en un concurso de la NBA con su número y nombre…