La otra cara de Pablo Laso

El Real Madrid ha tenido un verano bastante movido en cuando a planificación de plantilla se refiere. Se escaparon jugadores como Micic y Brandon Davies, llegaron otros más inesperados como Laprovittola y Jordan Mickey… Pero la guinda, sin duda, ha sido la renovación de tres de sus pesos pesados. Factores claves en el proyecto del equipo que se han ganado el respeto de aficionados y rivales.

Si bien las ampliaciones de Campazzo y Tavares marcan un punto de inflexión en el proyecto futuro del club blanco, la renovación de Pablo Laso certifica la confianza en un entrenador que alcanzará, si nada cambia, las diez temporadas consecutivas en un banquillo como el del Real Madrid.

Pablo Laso ha logrado algo muy complicado. Y es caer bien, mayoritariamente, en tres sectores difíciles en España como el de los aficionados al baloncesto, el de los entrenadores y el de los profesionales de la comunicación.

El técnico merengue es una máquina de dar títulos. Pero para el periodismo, el periodista y el medio de comunicación, también un crack para generar titulares e historias inverosímiles en una rueda de prensa al uso.

El conocido como «lasismo», que él mismo llegó a explicar tras una pregunta de este medio, parte de la humanización del mundo del baloncesto. De convertir una temporada en la vida cotidiana de una familia. Y bien lo sabe su hijo, protagonista de muchas metáforas de Laso en rueda de prensa. Sin ir más lejos, la de estudiar para un examen el último día y pretender sacar buena nota (en referencia a quejarse de la posición de uno mismo en la tabla de clasificación).

Su relación con la prensa es buena. Bastante. Innegable es que cualquiera tiene sus más y sus menos con algún periodista después de tantas horas viéndose las caras, después de tantas horas trabajando un partido y después de tantos errores que pueden cometer sus jugadores. Pero, salvo alguna excepción, su labor siempre es facilitar el trabajo de los medios -como muchos otros entrenadora de la ACB hacen y se les reconoce-. De esa manera crea una especie de vínculo: al fin y al cabo ambas partes, entrenador y periodista, se van a ver a menudo.

Su relación con el resto de entrenadores y jugadores corre la misma suerte. Su frase después de cada partido siempre es la misma: «Felicitar a los chicos por la victoria». O en caso de haber perdido, «felicitar a X por su victoria, han sido mejores que nosotros». Y las imágenes de sus charlas con técnicos tan opuestos -en lo que a nivel de club se refiere- como Pesic así lo demuestran. Ambos mantienen una buena amistad. Otro ejemplo de su carisma se ve en su papel en la Asociación de Entrenadores de Euroliga, entidad con Obradovic al frente y con Laso como uno de los escuderos del veterano técnico.

Por último, el respeto que se ha ganado entre los aficionados. Sus piropos a las aficiones rivales son numerosos. De hecho, es una de las claves que maneja cuando juega fuera contra un equipo más pequeño. Pero también en casa, y solo hay que recordar cuando los aficionados de San Pablo Burgos inundaron el Palacio. «Es algo que me enorgullece».

Todo ello conforma la otra cara de Pablo Laso, la que no se ve públicamente y que se traduce en chascarrillos con amigos periodistas, periodistas no tan amigos y rivales que no son amigos ni periodistas.

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