Los partidos secretos de Fernando Martín

Hoy se cumplen 29 años de la trágica muerte de Fernando Martín y os presentamos lo nunca visto del mito. La historia y las imágenes inéditas de los partidos de baloncesto más misteriosos del madrileño.
Hoy es 3 de diciembre y muchos se acordarán de él. Sin embargo, para otros muchos, su recuerdo continúa estando muy presente a cada momento. Lo cierto es que Fernando Martín fue un deportista que, además de enganchar a toda una generación de españoles en la década de los ochenta, todavía hoy sigue siendo alguien con un magnetismo especial tanto dentro como fuera del baloncesto. Por este motivo no es de extrañar que, a pesar de que han pasado ya 29 años de su triste adiós, sean muchos los que siguen recordando detalles junto a este jugador.
Este es el caso de Eva, Candy, Javi y Jaime, quienes me revivieron sus increíbles vivencias con él durante los veranos del madrileño en Benidorm. Gracias a los recuerdos de estas personas, hoy os presento una nueva historia de nuestro querido Fernando, en la que descubriréis, entre otras muchas cosas, que era un hombre mucho más cercano de lo que, en algunos casos, algunos llegaron a comentar. Asimismo, las fantásticas fotografías de Eva Mateo nos permiten sacar a la luz las imágenes de Martín durante aquellos singulares encuentros de baloncesto. (Ésta y otras muchas historias vienen recogidas en mi libro de Fernando Martín que se publicará el año que viene).
De aquellos veranos familiares en Benidorm de los ochenta sabemos que, además de nadar en la playa, Fernando también disfrutaba jugando al baloncesto con jugadores de la localidad y alguno de Alfaz del Pi (municipio muy cercano a Benidorm), tal y como nos va a contar aquí Candy Coto. Coto, entrenador superior de baloncesto, nos cuenta que una noche, desde la tienda de camisetas que regentaba, vio como Fernando se sentaba en la terraza del disco pub Pachá (situada justo al lado de su establecimiento). Echándole valor y entusiasmado por la oportunidad que se le presentaba, decidió acercarse a él y hacerle una propuesta que se le acababa de ocurrir. Candy Coto: “Me presenté y le expliqué que era entrenador superior de baloncesto. Como vi que era un tío afable y muy campechano, le dije si se animaba a subir conmigo a jugar una pachanguita (partido informal) para que le viesen los chavales y pudiésemos fomentar el baloncesto en Benidorm”. Candy nos aclara que en aquellas pachangas de baloncesto, les regalaba camisetas de su tienda (también llamada Pachá) a todos los jugadores.
Como os íbamos contando y para asombro de Candy, Fernando lejos de excusarse, aceptó el reto y le respondió: “Venga hombre, sin problema, mañana quedamos, encantado”. Dicho y hecho. Martín, que ya por entonces era una estrella del baloncesto español y europeo, acudió al día siguiente a las pistas del Colegio Bautista Lledó a disputar un partidillo con Candy y algunos otros jugadores federados de la zona, entre ellos Javi Domínguez y Jaime Llinares. Hoy en día sería impensable entre los profesionales del mundo de la canasta, incluso entonces no era frecuente que jugadores de su categoría facilitaran estas situaciones. Fernando era consciente de ello por lo que en alguna ocasión se lo comentó a Candy con estas palabras: “Si se entera el Real Madrid de que estoy jugando aquí, me meten una multa… A los profesionales no nos dejan hacer estas cosas”. En aquellas pachangas, el jugador madrileño se encontró con unas instalaciones que estaban a años luz de aquellas donde solía competir. Los tableros, por ejemplo, eran de madera y además estaban reforzados con chapa. De tal modo que, cuando tiraba a tablero, el balón rebotaba más de lo normal y fallaba canastas que, en otras circunstancias, hubieran sido bastante fáciles para él. Candy Coto lo recuerda con mucho cariño: “Se pillaba unos cabreos de miedo. Luego ya, las metía machacando y nos pegaba unas palizas tremendas”. Lo que está claro es que Fernando disfrutó tanto con aquella primera pachanga, que acabó subiendo todas las tardes a jugar al baloncesto a aquel colegio. Allí, también, atendía amablemente a los numerosos admiradores que, sabedores de sus estancias en Benidorm (el Ford Capri de Fernando no pasaba desapercibido) y una vez corrida la voz de aquellos partidos, acudían para contemplarlo de cerca, hacerle fotos y pedirle autógrafos. Ese fue el caso de Eva Mateo, quien se recorrió todo Benidorm en su Vespa para lograr fotografiarse junto a su ídolo.
Con ocasión de uno de estos partidillos, Fernando y Candy se fueron a duchar a casa de este último, situada en la urbanización Playmon Fiesta, en donde tuvo lugar una divertida anécdota que, todavía hoy, Candy recuerda con una amplia sonrisa: “Se me olvidaron las llaves y tuvimos que escalar por la pared para subir al segundo piso, entrar por la terraza y finalmente ducharnos. Después, como los apartamentos tenían una piscina olímpica, le dije a Fernando si quería que nos diésemos un baño. Como yo nadaba bastante bien, le comenté: Ahí sí que te voy a ganar. Él me respondió: Venga, vamos. Mi error fue retarlo: Fernando, me juego una cena a que te gano nadando 50 metros, fueron mis palabras. Yo desconocía que había sido campeón de Castilla en natación. Madre mía cuando se puso a nadar, era impresionante”.