Pep Cargol (segunda parte): «Obradovic nos pegó un repaso de cojones antes de la F4»

Foto: Miguel Ángel Forniés

Foto: Miguel Ángel Forniés

Continuamos con la segunda parte de la entrevista a Pep Cargol, uno de los jugadores más importantes del baloncesto español durante el final de la década de los ochenta y los noventa.

Tras la primera parte, en esta ocasión, profundizaremos en la Final Four del 95 en la que Pep Cargol y compañía consiguieron la octava Copa de Europa para el Real Madrid. Además, nuestro protagonista nos hablará de sus entrenadores y de los compañeros de equipo que más le impresionaron. Y mucho más.

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¿Cuál fue tu mejor momento como jugador?

He tenido varios momentos, varios picos donde he estado a buen nivel. Yo creo que siempre he sido un jugador integrado dentro del rol de un equipo, nunca he tenido papel de estrella, pero sí que he sido muy buen soldado, un buen jugador de equipo. Creo que he jugado bien al basket en bastantes momentos, como por ejemplo cuando jugué con la selección en el Europeo de Roma en el 91. Allí conseguimos la medalla de bronce, perdimos en semifinales contra Italia, aunque teníamos el partido bastante encarrilado, pero claro, ellos eran los anfitriones y nos metieron una encerrona de cuidado y nos acabaron ganando. En ese Europeo jugué muy bien, y creo que es el momento en que mejor he jugado con la selección. Y en el Madrid, pues en distintas épocas. El año con Pinedo creo que jugué muy bien, pero también en el 95, que fue mi último año en el equipo. Tenía un rol muy determinado ya que estaban Arlauckas y Sabonis como protagonistas, pero estábamos un montón de soldados que sabíamos hacer muy bien nuestro trabajo.

Háblanos de tus entrenadores en el Real Madrid.

En mi época en el Madrid tuve entrenadores muy distintos, con perfiles muy diferentes. En mi opinión, creo que el que le pegó un cambio muy importante al baloncesto español fue George Karl, su llegada fue un soplo de baloncesto moderno, de situaciones totalmente distintas, nos hablaba de la importancia del pase, de la utilización de los espacios, de situaciones defensivas y reglas defensivas que nosotros no conocíamos. También introdujo el Scouting. Recuerdo que él mismo escribía, que todavía los tengo guardados, unos libritos con las características de los jugadores a los que nos íbamos a enfrentar, haciéndote una gran descripción de cada uno de ellos. Además, empezamos a utilizar el vídeo. Bueno, cosas que hasta ese momento no se estilaban, y todo ello en una temporada dificilísima para nosotros, ya que empezamos la pretemporada con Drazen Petrovic en el equipo y al poco tiempo se fue. Además, fue el año en que falleció Fernando Martín. Aunque hubo un montón de situaciones muy complicadas, fue un entrenador que impactó mucho y que cambió muchas cosas.

También recuerdo con mucho cariño, con mucho agradecimiento y con mucha verdad a Lolo. Creo que Lolo es un entrenador verdad, con unas características muy determinadas, muy específico, muy hecho a sí mismo, con un gran crecimiento dentro del club, pero después fue capaz de ir a la selección y a la Penya y hacerlo bien. Bueno, yo le estoy muy agradecido a lo que apostó por mí, a la confianza que me dio y también a lo mucho que me exigía. Se me viene a la cabeza una anécdota con él. Como mi nombre es corto y fácil, entonces el grito de: “¡Pep!” era fácil para Lolo (risas). Era joven también. A Pinedo y Tirso Lorente (su segundo entrenador) también los recuerdo con mucho cariño y mucha gratitud. Pinedo me conocía de la selección júnior y confió mucho en mí, ese año jugué muy bien al basket. Y en cuanto a Obradovic, quizá su gran característica es la de ser capaz de exprimir a los jugadores hasta el límite, más allá de sus fuerzas. Clifford también un poco en la línea de Lolo, carácter y ADN Real Madrid, y competición e identidad.

Foto: Miguel Ángel Forniés
Foto: Miguel Ángel Forniés

¿Hay algo que no se haya comentado de la temporada 88/89 con Petrovic en el equipo y la lucha de egos?

Es un tema muy trillado, se han dicho muchas cosas y se ha escrito muchísimo. Yo también te voy a contar cosas parecidas (risas).

Llegamos a la temporada 94/95. ¿Era una obsesión para vosotros ganar la Copa de Europa (Liga Europea por entonces)?

Hay que ponerse un poco en las circunstancias de ese momento. Obradovic venía de haber ganado la Copa de Europa con Partizan y con la Penya en sus primeras experiencias como entrenador. Cuando se retira de jugar, coge a Partizan y lo hace campeón de Europa, y después coge a la Penya y lo mismo. Nosotros veníamos de haber perdido en la Final Four de Atenas (temporada 92/93) contra el Limoges y también habíamos estado muchos años sin conseguir ganar la liga. Hay que recordar que en aquella época se jugaba la Copa de Europa solo si ganabas la liga, no como ahora. Era el último año de contrato de Sabonis, sabíamos que quizá era la única y la última oportunidad que esa generación íbamos a tener de ganar la Copa de Europa, y se había fichado a Obradovic para ganar esta competición. Y sí que iba todo muy encaminado a eso. Todos sabíamos que quizá era nuestra última oportunidad. Entonces, estaba todo como muy encaminado hacia ese objetivo y por esto también creo que todos pasamos por las circunstancias que hicieran falta para lograrlo. Obradovic era un entrenador muy duro, muy exigente y también muy listo en la gestión del grupo, en la gestión del vestuario. Pero, sí, sí que el foco era ganar la Copa de Europa. Era nuestra última oportunidad. Parecía que Sabonis se iba a ir a Estados Unidos al año siguiente y sabíamos que sin él había menos posibilidades. Sí, el objetivo era muy claro, era la Copa de Europa.

¿Qué recuerdas de aquella Final Four en Zaragoza?

Recuerdo que mi hija mayor nació en enero de ese año y mi mujer, que es de Zaragoza, había venido con la niña a casa de sus padres. La cosa era cómo organizarse mi mujer con su familia y con mi familia, que también vinieron para estar con la niña, y repartirse para ver quién se quedaba con la niña y quién iba a los partidos. Fueron 15 días muy intensos, de prepararse, de solo pensar en ese techo. Vinimos a Zaragoza un día o dos antes de comenzar la Final Four.

Me acuerdo que unos días antes habíamos jugado en Girona contra el Valvi, que nos pegó un buen repaso, perdimos de 20 puntos. Estábamos muertos. Era tal la paliza que llevábamos encima, de preparar la Final Four, que me sabía y dormía con los sistemas del Limoges, nuestro rival en semifinales, me los sabía de arriba abajo, y más me valía saberlos porque era la época en que en los entrenamientos unos hacían el rol de titular y otros el rol de defensor del otro equipo. Entonces, bueno, yo me sabía esos sistemas de arriba a abajo para que pudiéramos prepararlo.

Después del partido de Girona viajamos a Zaragoza. Llegamos esa misma noche. La tarde del día siguiente entrenamos en la pista auxiliar del Príncipe Felipe porque la central estaría ocupaba. No se me olvida lo que nos mandó hacer Obradovic. Acabamos el entrenamiento haciendo lo que llamamos “Suicidas”, líneas. Se trata de ir corriendo de la línea de fondo a la línea de tiro libre, de la línea de tiro libre a la línea de fondo, media pista, línea de fondo, tiro libre contrario, línea de fondo, pista entera y vuelta. Y aquello tenías que hacerlo cuatro o cinco veces y en un tiempo determinado. Contaba el tiempo del último, así que si no lo hacías, repetías. Me cago en la mar, habíamos acabado el entrenamiento y nos manda hacer eso. Salimos muertos y jugábamos la semifinal contra el Limoges al día siguiente. Obradovic nos pegó un repaso de cojones. Estábamos muertos. Yo pensaba que no nos íbamos a poder mover. Sin embargo, ganamos bien al Limoges. Ahí no había límites. 15 días antes del partido contra el Limoges ya estábamos preparando el partido. No había otra cosa, solo existía eso. Habíamos perdido contra ellos en Atenas dos años antes y lo teníamos muy clavado.

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¿Cuáles fueron los compañeros de equipo que más te impactaron?

Fernando Martín, que es la personalidad más arrolladora que he conocido nunca y el jugador más valiente y más competitivo que he visto en la vida, pero al mismo tiempo era un buen compañero, con ganas de ayudar, de exigir, pero también te dar ejemplo. No he visto una personalidad así en la pista, a la hora de competir y de marcar el camino a los demás. Y lo hacía con pocas palabras, con ejemplo. He tenido la suerte de tener compañeros muy buenos, como Sabonis o Petrovic. Al estar en el Madrid pasan estas cosas. Sabonis era determinante en una pista de basket. También jugadores como Larry Spriggs. Yo recordaba haber visto Highlights de los Lakers donde veías a Magic y por detrás veías a uno que corría, un zurdo que la pasaba muy bien, aunque no jugaba mucho. Cómo pasaba ese hombre, pasaba espectacular, y era Larry Spriggs, que luego fue mi compañero en el Madrid. También recuerdo a Stanley Roberts, que era un animal, una bestia de la naturaleza. La pareja de extranjeros aquel año era Stanley Roberts y Carl Herrera.

¿Cómo eran Petrovic y Sabonis en el día a día?

Petrovic vivía obsesionado con el baloncesto, con mejorar, con entrenar, con aprender. Su dedicación al baloncesto era máxima. En esa época entrenar por las mañanas era voluntario. Evidentemente, los jóvenes siempre estábamos por las mañanas, pero él siempre estaba ahí por las mañanas. Y tiraba, tiraba y tiraba. No paraba de tirar. Curiosamente, en esa época había un croata que venía con él y le ayudaba a pasar y a tirar, que era Neven Spahija, muy amigo de Drazen. Él pasaba épocas en Madrid con Petrovic. Recuerdo que entrenaba con nosotros y ayudaba a Drazen. Jugábamos dos contra dos, tres contra tres, tiraba Drazen y le pasábamos todos el balón, y Neven también estaba ahí pasando y entrenando. Drazen era un currante. Su vida era el baloncesto. Era un talentazo. También tengo que decir que había dos versiones de Drazen, el Drazen en los entrenamientos, que era un jugador muy completo que hacía de todo y todo muy bien, y después el Drazen de los partidos, que era un killer. En los entrenamientos era un jugador más completo y más versátil, hacía de todo.

En cuanto a Sabonis, para hablar de él primero habría que destacar la figura de Paco López, el preparador físico. Paco conseguía ponernos fuertes a todos. Nos decía que nos ayudaba a tener una armadura alrededor para que no nos lesionáramos y compitiéramos. Paco se dio cuenta de que a Sabonis le costaba o no le gustaba nada hacer el trabajo físico debido a sus limitaciones físicas, por el problema que tenía con el tendón de Aquiles. Recuerdo que llevaba en el pie una especie de órtesis que le impedía casi hacer el movimiento de flexo extensión y le dejaba como si llevara una escayola. Por tanto, no podía hacer trabajo físico. En esa época todavía salíamos a correr fuera, a la Casa de Campo o a la Blume, y evidentemente Sabonis no lo podía hacer. Pero Paco se dio cuenta de que Sabonis era una persona muy competitiva, y para que pudiera hacer el trabajo físico, Paco empezó a enfocar el trabajo físico de velocidad, de resistencia y de cambios de ritmo en la pista con competición, con juegos, y entonces a eso sí que entraba Sabonis porque le gustaba ganar a todo, y se olvidaba todo y trabajaba. Paco ajustó todo el trabajo físico del equipo para que Sabonis pudiera hacerlo también y para que compitiera. Parte del trabajo de pesas lo hacía como todos, pero el trabajo específico de pretemporada o específico de playoffs, lo hacíamos en la pista con competición para que Sabonis, que era súper competitivo, entrara. Todos le tenemos muchísimo que agradecer a Paco López, un maestro que ha creado escuela. Juan Trapero y mucha más gente han sido sus discípulos y han seguido su trabajo.

Foto: Miguel Ángel Forniés
Foto: Miguel Ángel Forniés

Los rivales que más te hacían sudar.

Las veces que me tocó defender a Kukoc, a mí me parecía eso imposible. Es de mi misma generación y ya había jugado contra él en la selección juvenil y júnior. Defenderlo me parecía imposible. El campo parecía enorme y no había manera de poder llegar. Siempre tenía la amenaza de tirar, porque tiraba desde lejísimos, y cuando te acercabas te desbordaba porque tenía un primer paso muy bueno. Encima era muy grande, medía 2,07 metros, era más alto que yo.

¿Por qué se produjo tu salida del Real Madrid?

Era una época de cambios en el Real Madrid y yo acababa contrato. Entró gente nueva en la dirección y llegó la posibilidad de irme a jugar a Girona. Era un poco un cambio de ciclo. Visto ahora, quizá con un poquito más de templanza y paciencia hubiera jugado unos años más en el Madrid.

¿En qué equipos estuviste más a gusto después de tu salida del Real Madrid?

Después del Madrid, algunas experiencias deportivas han sido mejores y otras peores, pero a nivel humano todas me han aportado muchas cosas. Estuve tres años en Girona y pude jugar al lado de la ciudad donde había nacido y creo que entre todos conseguimos estabilizar el club, que había estado rozando el descenso y con problemas. Conseguimos que fuera un equipo de media tabla y que tuviera más estabilidad. Estuve muy a gusto en Girona, es una ciudad a la que quiero y me siento muy bien cada vez que voy. Ahora que está Marc Gasol intentando recuperar y haciendo un gran trabajo, les deseo que les vaya muy bien.

El año de Lisboa, a pesar de que fue un año difícil porque iba a jugar en una liga más pequeña, finalmente fue un año en el que me reencontré con el baloncesto y además nos trataron muy bien. Allí me reencontré con el baloncesto y después me dio la posibilidad de seguir disfrutando de este deporte unos años más. Después del Madrid tuve la suerte de jugar la Euroliga con Sevilla y con el Paok en Salónica. Fueron dos años, por circunstancias distintas, buenos, pero también difíciles.

En Sevilla estuve muy bien y tengo muy buen recuerdo, conocí a amigos que todavía mantengo. A Salónica fui solo, mi familia se quedó en España. Fue toda una experiencia jugar la Euroliga fuera de España, aunque económicamente fue un desastre porque me pagaron la mitad y jamás cobraré el resto. El último año aquí en Zaragoza, también fue muy importante porque es el sitio donde me retiré. Supuso la conexión con la ciudad, el empezar un proyecto nuevo de recuperación del baloncesto en esta ciudad. También me gustó mucho ser partícipe de ese inicio y de esa idea de recuperar el baloncesto en Zaragoza, que llevaba siete u ocho años sin tener baloncesto de élite después de la desaparición del antiguo CAI.

MIGUEL ÁNGEL FORNIÉS nació en Badalona el 18 de septiembre de 1952. Estudió en los Salesianos Badalona y en el Colegió Badalonés. Servicio Militar en Campo Soto, Cádiz.

Fotoperiodista de Devoción. Colaboró con Eco Badalonés, 5Todo Baloncesto. Desde 1981 con Nuevo Basket como fotógrafo. Primer fotoperiodista en viajar a ver y fotografiar partidos de la NBA en 1984. Europeo de 1973, cinco Mundiales Júnior (de 1983 a 1999). Quince meses trabajando, viviendo y jugando a baloncesto en Argelia (Sidi Bel Abbès).

Mundial de España 1986, Mundial de Argentina en 1990. JJOO de Barcelona 1992 como adjunto del jefe de prensa de baloncesto. Ha escrito dos libros, Crónica de un viaje alucinante (en 2009) y Memorias Vividas (en 2015). Durante 19 temporadas (1996-2014) responsable de prensa del Club Joventut Badalona.

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