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Capítulo V «el hombre tras el mito»: El comienzo de una gran rivalidad
15/01/2021
Javier Balmaseda
Foto de portada: Miguel García-Viso.
En este nuevo capítulo les traemos cuatro nuevas historias, una de ellas con todos los detalles sobre la rivalidad que empezó a surgir a finales de los ochenta entre el Taugrés y el Real Madrid de Fernando Martín.
Recuerda que puedes adquirir el libro de «Fernando Martín: Instinto Ganador» para conocer muchas más historias.
Fernando Martín entre mis recuerdos como aficionado baskonista.
Quiero agradecer a Javier Balmaseda que pensara en mí para formar parte de la nueva entrega de relatos relacionados sobre la trayectoria de Fernando Martín.
En el pasado mes de marzo coincidiendo con el inicio del confinamiento, su libro Fernando Martín; Instinto Ganador, fue el elegido por mí para sobrellevar de la mejor manera posible las primeras semanas recluido en casa. Y la verdad es que fue todo un acierto, porque ha sido uno de los libros de baloncesto que más me han gustado de todos los que tengo que no son pocos.
Una obra en la que prima más el lado humano del jugador, su versión menos conocida, la importancia de su entorno familiar, los testimonios de sus compañeros de camiseta y también los de sus rivales sobre cualquier otra consideración ajena a su trayectoria deportiva. Rehuyendo de los tópicos tan manidos que siempre acompañaron al poste formado en el Ramiro de Maeztu dentro y fuera de las canchas.
¿Qué puedo escribir yo sobre el jugador más mediático del baloncesto español hasta la irrupción de Pau Gasol que no se sepa? Pues tiraré de mi basta memoria para recordar y vincular mis primeros momentos como aficionado al baloncesto y seguidor baskonista gracias a mi padre en los que Fernando Martín estuvo presente.
Él siempre me recuerda que me levantó en la madrugada del 10 de agosto de 1984 para ver la final olímpica entre España y Estados Unidos, o como salí corriendo, con seis años detrás de Essie Hollis en una calle del centro de Vitoria-Gasteiz. Una persecución que tuvo como recompensa unas entradas que el gran Essie nos regaló para ver un partido del Baskonia ese mismo día.
Si bien esos recuerdos los tengo muy borrosos en mi cabeza, en cambio ya fui más consciente cuando Fernando Martín se fue a Portland, aunque mi padre me dijera que no jugaba mucho y que más pronto que tarde iba a volver a Madrid.
En esa temporada 86/87 comencé a acudir de manera frecuente al pabellón de Mendizorroza para ver al entonces Caja de Álava entrenado por Pepe Laso. Me maravillaba ver a Abdul Jeelani y su elegancia, los mates en carrera de Larry Micheaux o la extrañeza que me producía ver como Pablo Laso tenía una mecánica de tiro un tanto rara sacando el balón desde muy abajo a la altura del pecho.
Así fui familiarizándome con la atmósfera de un pabellón con los asientos de madera donde el Baskonia se crecía y hacía de esta cancha una de la más difíciles de la Liga ACB salvo para Real Madrid y Barcelona.
El verano de 1987 fue el del retorno de Martín a Madrid, aunque antes de confirmar su fichaje por el Real Madrid llegó a jugar un partido amistoso como integrante de un combinado de jugadores de la NBA contra la selección española en Santa Cruz de Tenerife.
Privado de la posibilidad de jugar el Eurobasket de 1987 en Atenas con España por aquella absurda norma de la FIBA que vetaba durante tres años a los jugadores procedentes de la NBA en sus competiciones, Fernando Martín volvió a enfundarse la camiseta blanca en la eliminatoria contra el Grupo IFA Granollers correspondiente a la Copa Príncipe de Asturias días antes de arrancar la temporada 87/88 de la Liga ACB.
Una lesión en su maltrecha espalda le apartó de las canchas durante el primer mes y medio de competición y hubo que esperar hasta la séptima jornada liguera para ver de nuevo a Fernando en un partido de nuestra liga el 7 de noviembre.
Fue ante el Baskonia, que comenzaba a conocerse como Taugrés, en el Palacio de los Deportes donde estrenaba su equipación verde con el logo de su nuevo patrocinador. Esa tarde me pegué al radio de la cocina para no perder detalle del partido a través de Radio Vitoria y también de los diferentes carruseles deportivos que emitían Antena 3, la Ser o la Cope.
Fernando Martín que había comenzado a entrenarse junto a sus compañeros en los días previos a este encuentro salía como titular en el equipo de Lolo Sainz y la cámara de Fernando Quíntela recogía para le revista Estrellas del Basket 16 el salto inicial del encuentro protagonizado por el center blanco y Larry Micheaux.
La revista dirigida por Pedro J. Ramírez dedicó su portada y un seguimiento de tres páginas además la crónica del partido a Fernando Martín. Sin estar en su mejor forma física disputó 26 minutos, anotó 20 puntos y atrapó 7 rebotes ante la escuadra alavesa que compitió a un gran nivel hasta mediada la segunda parte.
El Madrid decantó el triunfo tras la quinta falta personal de Micheaux a falta de diez minutos endosando un parcial de 33-9 al cuadro vitoriano para dejar el resultado final en un contundente 102 a 69.
Tras el encuentro la rueda de prensa como no podía ser de otra manera la batería de preguntas de los medios de comunicación giró en torno a la actuación de Fernando Martín.
Sus propios compañeros de equipo destacaron algunos cambios en su juego importados de la NBA.
Así Chechu Biriukov ensalzó: “que defiende mejor que antes, mucho mejor, y sobre todo como gana la posición”.
Juan Antonio Corbalán: “Tiene más visión del baloncesto, y ha demostrado que puede hacer muchas otras cosas bastante más lejos del aro. Ya no tiene por qué quedarse jugando por dentro”.
Wendell Alexis:” Conserva todos los reflejos de la NBA. Ganar la posición, dureza en defensa, y jugar para el equipo”.
Lolo Sainz:” Ha perfeccionado el tiro exterior y los movimientos de pies. Defiende muy bien en la anticipación”.
Manu Moreno, el entrenador del Taugrés Baskonia, valoró el regreso de Fernando Martín en los siguientes términos: “Está más suelto y rápido”.
Aquella temporada fue la primera en la que puede ver en directo un partido entre mi equipo, y el club blanco semanas después en Mendizorroza.
Aquella noche del 12 de diciembre llegué con mi padre con bastante antelación al pabellón, tanta que coincidió con la entrada de los jugadores de ambos equipos, y aún con las puertas cerradas para los aficionados.
Fue la primera vez que me atreví a pedir un autógrafo a un jugador y ese honor recayó en Juan Antonio Corbalán, que amablemente se paró junto a nosotros firmarme sobre una hoja de papel. Una rúbrica que guardé dentro del álbum de cromos de esa campaña.
Los hermanos Martín no viajaron a Vitoria y el equipo de Lolo Sainz notó sus ausencias. El Baskonia estuvo a punto de dar la sorpresa, pero el buen hacer de la pareja norteamericana madridista formada por Branson y Alexis lo impidieron. El Real Madrid se llevó la victoria por un ajustado 89-95.
Finalizada la liga regular, Taugrés y Real Madrid volvieron a encontrarse en los playoffs de la ACB. El buen hacer de los jugadores de Manu Moreno en los dos encuentros ante los blancos sirvieron para afrontar los cuartos de final con ilusión y con ganas de complicar una eliminatoria en la que los madridistas partían indiscutiblemente como favoritos.
El Baskonia sorprendió a su rival en el primer partido de la serie con una histórica victoria por 81 a 89 en el Palacio de los Deportes, se trataba además de la primera vez que el club azulgrana conseguía batir al Madrid en la capital en sus 29 años de historia.
Fernando Martín, renqueante por una lesión en el tendón de Aquiles, poco pudo ofrecer a sus compañeros, pero ante una posible eliminación prematura Lolo Sainz se vio obligado a contar con su hombre franquicia también en los dos siguientes duelos.
Así en la previa al segundo duelo de la serié ya en Vitoria, Martín confiaba en la reacción de su equipo: “No creo que volvamos a jugar tan mal. Sería el mayor desastre en la historia del club”. “Cometimos el gran error de salir excesivamente relajados y cuando quisimos darnos cuenta ya no pudimos remontar” añadió.
La reacción blanca llegó y propinó al Taugrés la peor derrota en un partido de playoffs sufrida nunca por 48 puntos de renta (55-103). Pero este varapalo no desanimo a un conjunto que volvía a Madrid para soñar con una nueva hazaña. Y poco le faltó. El ajustado triunfo local por 90-86 evidenció que el Real Madrid doblegó una eliminatoria pidiendo la hora y con el susto metido en el cuerpo ante un rival envalentonado y poco acostumbrado a jugar partidos de tal trascendencia.
A partir de esa temporada los duelos entre azulgranas y merengues se sucedieron hasta surgir una nueva rivalidad entre ambos clubes que aún se mantiene tres décadas después ya al más alto nivel competitivo.
Si tuviera que elegir uno de los partidos que más me han marcado en mi vida como aficionado del Baskonia, ese fue el disputado el 20 de noviembre de 1988. El Real Madrid viajó a Vitoria pocos días después de haberse coronado campeón de la Copa del Rey en La Coruña y que esa temporada se había reforzado nada más y nada menos que con Drazen Petrovic.
Los blancos no pudieron vencer a un Taugrés que se hizo fuerte en Mendizorroza y superó por 99 a 90 a su contrincante pese a los 20 puntos y 16 rebotes de Fernando Martín y los 33 puntos encestados por el genio de Sibenik.
Pero el verdadero jugador del partido fue Pablo Laso que registraba su mejor partido como baskonista hasta entonces a sus 21 años recién cumplidos. El base vitoriano anotó 21 puntos e imprimió su endiablada velocidad en la dirección del partido para asistir a Ralph McPherson, Larry Micheaux y Alberto Ortega como aliados en una inspirada segunda que permitió al Baskonia conquistar el triunfo ante el reciente campeón de la Copa del Rey
Aquella noche en el pabellón vitoriano registró el mayor lleno que se recuerda en sus gradas pese a que la ficha del partido recogía 4.000 espectadores como cifra oficial. Puedo asegurar que fueron más. Pasillos y escaleras repletos de niños con entradas infantiles, pero sin asiento asignado. Cualquier mínimo espacio servía de trinchera para presenciar el partido. Definitivamente Mendizorroza se había quedado pequeño para un club y una afición que aspiraban a ser más grandes.
Baskonia y Real Madrid volvieron a encontrarse en los playoffs de cuartos de final de la Liga ACB. En esta ocasión, la serie se resolvió por la vía rápida para los blancos en el segundo encuentro disputado en Vitoria con un duelo aguerrido y emocionante que resolvió en los instantes finales. Fernando Martín firmó dobles figuras con 12 puntos y 10 rebotes.
La última visita de Fernando Martín
El pívot madrileño visitó Vitoria por última vez el 14 de octubre de 1989 en la sexta jornada de la temporada 89/90. El Madrid afrontaba este encuentro invicto, pero con la lección bien aprendida de la derrota sufrida un año antes en el mismo escenario.
Se encontró un Baskonia que tuvo de nuevo al Real contra las cuerdas pero que en esta ocasión no supo o no pudo sentenciar. Los blancos ganaron por un apurado 85-90 con un sensacional Fernando que registró dobles figuras (27 puntos y 12 rebotes).
Fue uno de sus últimos partidos. Después de medirse al Baskonia, Martín jugó tres encuentros más. Se enfrentó al F.C. Barcelona, a Unicaja y al Grupo IFA Granollers mediado el mes de noviembre. Una nueva lesión le apartó de las canchas y ya nunca más llegó a enfundarse su uniforme del Real Madrid ni sus Converse Cons que recogía en sus visitas a Vitoria donde se ubicaba la distribuidora en España de esta histórica marca de ropa deportiva.
La fatídica tarde del 3 de diciembre de 1989 una trágica noticia alteraba la sobremesa a los amantes del baloncesto y de una sociedad entera que veía como uno de sus grandes emblemas se dejaba la vida con tan solo 27 años en un accidente de tráfico en la M-30 acababa con la vida de Fernando Martín cuando se dirigía hacia el Palacio de los Deportes de Madrid antes del encuentro entre su equipo y el Cai de Zaragoza.
Esa tarde como ocurrió en todos los pabellones de la Liga ACB Mendizorroza acogió el partido entre el Taugrés y Ram Joventut de Badalona en un ambiente de desolación, tristeza e incredibilidad ante la trágica noticia. Más de un jugador planteó no jugar el partido y entre las filas vitorianas, Chicho Sibilio fue el más afectado. Lo mismo ocurría en el conjunto verdinegro con los que fueron sus compañeros en la selección como Jordi Villacampa, Rafa Jofresa o José Antonio Montero entre otros.
Un respetuoso minuto de silencio sirvió como homenaje a ese bravo jugador que tantas veces había sido increpado por los seguidores baskonsitas pero que fuera de la tensión del partido era admirado y respetado por todos los que ya por entonces el baloncesto había marcado nuestro modo de vida.
Rubén Gazapo Ramos.
@baskonistascom
Baskonistas.com
Fernando Martín, el día que el baloncesto murió
Todos los que me conocen saben que la concreción no es una de mis principales virtudes, por lo que cuando el gran Javier Balmaseda me honró con mi modesta aportación a su libro -y al que agradezco sobremanera su “osadía” por ello- y me pidió resumir en aproximadamente 1.000 palabras qué representó para mí un mito como Fernando Martín, me vi superado por eso.
Y es que glosar en 1.000 palabras lo que Fernando supuso para mí, resulta prácticamente imposible, por lo que con total seguridad, me quedaré corto.
Fernando Martín no fue sólo un ídolo de juventud sino un símbolo de lucha, tenacidad y resistencia ante la adversidad, que me inspiró toda mi adolescencia.
Debido a mi ya provecta edad, soy de esa generación que tuvo la inmensa suerte de vivir aquella histórica madrugada la Final de los JJ.OO. de Los Angeles de 1984 en directo y fui testigo del despegue y la posterior “Edad de Oro” (al menos la primera) del basket español y de sus primeros grandes éxitos internacionales con la Selección y esos grandes duelos entre el Real Madrid y el Barcelona los años 80, a nivel nacional.
Unos éxitos, tanto de club como de Selección, de los que Fernando Martín fue pieza clave y auténtico icono. El verdadero estandarte, el capitán sin brazalete que con 14 años me llevó a hacerme fanático del baloncesto y seguidor impenitente del Real Madrid de basket.
A ello ayudó mi cercanía residencial al Palacio de los Deportes, que me permitía, siempre que podía, escaparme a ver algún partido y, por descontado, vivir algunos de aquellos inolvidables Torneos de Navidad, donde pude ver a grandes mitos del basket internacional.
Y como casi siempre, solía quedarme boquiabierto con aquel jugador, no excesivamente dotado técnicamente, no muy alto para jugar de pívot, pero al que era imposible superar y que se batía el cobre, generalmente con éxito, contra jugadores de mayor envergadura y poderío físico que él.
Es por eso, por lo que siempre me fijaba en Fernando. Era mi modelo, mi jugador fetiche, el tipo en el que siempre soñaba en convertirme. Nunca fallaba. Siempre estaba ahí, jugase mal, jugase bien, se ganase o se perdiese, él siempre aparecía y daba la cara. Y eso me tenía maravillado.
Aunque vibraba con las canastas “a la remanguillé”, con ese estilo tan suyo, del gran Biriukov, con las filigranas de Corbalán en la dirección del equipo, los contrataques del mítico Juanma López Iturriaga y demás jugadores que fueron pasando por el club, nunca dejaba de fijarme en Fernando. Siempre recordaré aquellos duelos a muerte con Audie Norris quien, por cierto, fue uno de los que más sintieron su pérdida y uno de los primeros en mostrar su pesar tras su muerte.
Y nunca podrá olvidar de mi retina aquella final de la Recopa contra el Snaidero en el que, formando pareja con mi otro gran mito del basket, Drazen Petrovic, viví uno de los mejores partidos que recuerdo.
Pero curiosamente, Fernando ha sido uno de los jugadores que más me ha hecho llorar. Unas veces de felicidad. Pero también de dolor, y nada menos que en dos ocasiones, por la sensación de perder a un ser querido.
Porque, con los años, Fernando llegó a ser uno más de la familia, uno di noi que me despertó un aprecio especial, más allá de lo deportivo. Y eso que jamás tuve la oportunidad de conocerle en persona, a pesar de todo los años en los que le seguí fielmente.
La primera de las veces en las que lloré fue cuando decidió probar suerte en la NBA. Con el “ardor guerrero” que te da la adolescencia no fui capaz de entender por qué un mito en el basket europeo como él se había embarcado en la aventura de ir a jugar con los Blazers de Portland, en un viaje que claramente no le iba a hacer justicia.
De hecho, se me llevaban los demonios viendo cómo Fernando se pudría en el banquillo. No había partido en el que no me enfadase como una mona viendo cómo un jugador como él dilapidaba su talento en un campeonato que no le merecía. Porque Fernando era mucho más que esos minutos de la basura que su entrenador le dejaba y me corroía una rabia infinita por sentir que él no se diese cuenta.
Con el tiempo aprendí que aquella experiencia, que solo duró una temporada, no sólo fue la culminación de su gran sueño, sino que además fue historia para el basket continental porque fue el primer español y el segundo europeo que lograba jugar en la NBA sin pasar por ninguna Universidad. Un pionero que puso el basket español y al Real Madrid en el mapamundi baloncestístico mundial.
Eso sí, me dolió por partida doble porque además de perderle para el Real Madrid también le perdí para la Selección. No olvidemos que no fue hasta abril de 1989 cuando la FIBA levantó la vieja prohibición de disputar torneos internacionales de selección a cualquier jugador que hubiese militado en la NBA.
Desgraciadamente para Fernando, no pudo disfrutar de aquello ya que no pudo volver a jugar con España y se perdió la despedida que, sin duda, mereció por su trayectoria.
El dolor más terrible, sin embargo, y del que confieso no haberme recuperado, llegó aquel lejano domingo 3 de diciembre de 1989, cuando se dejaba la vida al volante de su Lancia Thema 8.32 en un estúpido accidente de tráfico.
No puedo evitar sentir aquel escalofrío cada vez que recuerdo la voz de mi padre cuando me llamó sobresaltado desde el salón diciéndome que Fernando Martín había muerto.
“Es imposible, Papá. Un tío así no se puede morir, dime que es una broma”, le espeté balbuceante. Pero no. Ocurrió de verdad y puedo asegurar que aquella tarde oscura, el baloncesto murió para mí, como la música murió para Don McLean el día que Buddy Holly, Ritchie Valens y Big Bopper murieron en aquel accidente aéreo de 1959.
El vacío que dejó fue tan grande que no volví a ver ni a vivir el baloncesto de la misma forma ya que nadie lo pudo llenar y el basket, como yo, nos fuimos muriendo de pena.
Nada volvió a ser lo mismo. Y aunque lloré amargamente a pesar de mis 19 añazos, aún me estremezco cada vez que recuerdo cómo aquel jugador al que tanto admiré y que, tras la emoción de tenerle de vuelta tras la experiencia americana, se había ido y ahora para siempre.
Gracias a Javier por haberme dado esta gran oportunidad y poner mi modesto grano de arena en el recuerdo del que para mí es y será el más importante jugador español de la historia y un auténtico adelantado a su tiempo. Un genio, incomprendido y rebelde, pero al fin y al cabo, así son todos los genios, ¿no?
Diego J. Montero
@DiegoJMontero2
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Fernando Martín. El eje del baloncesto español
Antes de que Pau Gasol tirase abajo la puerta de la NBA, en la mejor liga del mundo apenas sabían ubicar dónde se encontraba nuestro país. Y si alguno lo hacía correctamente, era gracias a un nombre que aquí alcanzó la categoría de mito. Y no lo hizo en el momento que su vida acabó sesgada demasiado pronto en la ronda circunvalación madrileña. Sino antes, quizás cuando jugó sus primeros minutos, intrascendentes para muchos pero no para nosotros. En el Seattle Supersonics 127- Portland Trail Blazers 110 aparece una estadística llena de ceros a la derecha de un tal F. Martin. Solo salía manchado el casillero de los minutos, con 2 en su haber. Ese Martin, a base de carácter, consiguió ser Martín, con tilde. Los 24+1 partidos jugados (temporada regular+Playoffs) por Fernando son conocidos ahora por ser varios de los primeros disputados por un jugador europeo en Estados Unidos.
Porque antes que Pau, Dirk, Tony, Giannis o Luka tuvo que haber, por fuerza, un Fernando, un Georgi, un Drazen o un Vlade. Los pioneros han sido básicos para una evolución, la del baloncesto europeo, que ha llegado a 2020 a la velocidad de la luz.
Fernando Martín significa absolutamente todo para el baloncesto español. No hubiéramos vivido los anillos de Pau, Marc, Serge y el ‘itañol’ Sergio sin esos minutos de la basura (para unos) de Fernando. Martín es el alfa, el big bang, el inicio de todo para lo que llevamos viendo desde 2001 en la NBA: a los españoles compitiendo de tú a tú con los mejores jugadores del mundo. Y a veces ganando.
Para mí, como apasionado del baloncesto, Fernando Martín es un mito. Un jugador de garra y también de calidad. Un valiente que se atrevió a dar el paso cuando la NBA estaba en otro planeta y no al otro lado del charco. Y como un enamorado de la historia del balón naranja, Martín tiene una importancia absolutamente incontestable en ese apartado, en el histórico. Su sola presencia en Estados Unidos hizo subir de nivel a nuestro baloncesto, que pese a que ya había logrado títulos en clubes y de selecciones, todavía no había entrado en esa edad de oro que sí alcanzó de la mano de Fernando.
Yo nací en 1988 y no pude disfrutar en vivo de su baloncesto. Pero mamé la pasión por este deporte de mi hermano mayor, Rodrigo. Él sí es un ‘hijo’ de esa generación dorada de nuestro basket. De la de la plata de Los Ángeles. De la que aplastaba a Yugoslavia por 20 puntos arriba. Y en esa España con carruseles deportivos con la jornada baloncestística, algo impensable en este 2020, la labor de Fernando para hacer que el baloncesto compitiera con el fútbol como deporte rey patrio fue incontestable. Su calidad hacía que él solo, sin ayuda de nadie, la prensa especializada pivotase en torno a él. Pero su planta y su carisma le transformaron en una figura pública, que trascendió el ámbito deportivo. Él hizo más ‘vendible’ el baloncesto y lo transportó de ser un deporte minoritario a uno de masas.
Así que, con Fernando Martín se pueden responder muy fácilmente dos preguntas. ¿Qué significa Fernando para el baloncesto español? Pues, básicamente, el cambio, la puerta de entrada a la profesionalización. ¿Qué significa Martín para mí? Pues el culpable (a través de mi hermano) de que me guste el baloncesto. Porque Fernando Martín es el eje a la hora de estudiar este deporte de nuestro país, que como con Pau, se puede dividir en “Antes de” y “Después de”. Y tanto a título personal como colectivo, tiene una importancia radical en todos aquellos que nos enamoramos del baloncesto “después de” Fernando.
Alfonso S. Lozano.
@alfonsoslozano
´Fernando Martín, que en el cielo vive’
Hay personas que mueren y otras que `viven’ en el cielo. Fernando Martín `vive’ en el cielo. Recuerdo como si fuera ayer el día de su pérdida, porque además, caprichos del destino, pasé por el lugar del accidente pocos minutos después de producirse. En 1989 yo era jugador del equipo Juvenil del Colegio Agustiniano, cuna de grandes jugadores y entrenadores, y aquel fatídico 3 de diciembre teníamos partido en San Sebastián de los Reyes a las 17 hrs. Saliendo desde el Barrio de la Estrella, enfilamos la M-30 camino de la carretera de Burgos y nos encontramos con el accidente camino del partido. Años en los que no existían prácticamente las redes sociales, no supimos de la terrible noticia hasta al llegar a casa de mis padres en la noche. Fue un shock para mí, acababa de fallecer mi ídolo, el jugador por el que me había enganchado al baloncesto, el ejemplo de a donde quería llegar. Compartíamos aficiones, natación, tenis de mesa…Además en mi caso era la primera persona que sentía que conocía, que admiraba, que se iba antes de lo que la naturaleza dicta. No me lo podía creer. ¡Era mi ídolo y los ídolos no mueren! Tenía en mi habitación colgado el poster del Real Madrid cuando vestía Zanussi, con Lolo Sainz y Clifford Luyk de entrenadores, y una plantilla de jugadores con los que me enganché al baloncesto para siempre: Fernando Romay, Antonio Martín, Chechu Biriukov, Jou Llorente, Quique Villalobos…y por supuesto Fernando Martín. Pero junto al poster del equipo en grande, sólo tenía una foto individual, la de Fernando. Se van a cumplir próximamente 31 años de su pérdida y sin embargo y después haber visto baloncesto como un loco a lo largo de mi vida y jugadores increíbles, sólo sigo teniendo dos ídolos: Fernando Martín y Drazen Petrovic.
Soy madridista de nacimiento, gracias a mi tío Carlos Dávila, un segundo padre para mí. Mi tío Carlos es del Real Madrid hasta la locura. Periodista político de un gran prestigio, su gran amor siempre fue el Club Blanco, del que llegó a ser Presidente del Castilla en los años de Ramón Mendoza. Con muy pocos años me hizo socio del Real Madrid, recuerdo perfectamente el número después de tantos años: 57575, y no me perdía un partido ni de fútbol ni de baloncesto, primero en la antigua Ciudad Deportiva de Plaza de Castilla y después en el Palacio de los Deportes de Goya. Cuando Drazen Petrovic fichó por el Real Madrid, me volví loco…mis dos ídolos iban a jugar juntos en mi equipo, era un sueño. Recuerdo perfectamente al ir a ver entrenamientos a la Ciudad Deportiva. Hoy que llevo ya más de 30 años de carrera como entrenador profesional, y ver la ‘intensidad’ con la que entrenar muchos jugadores, me acuerdo de aquellos entrenamientos. En uno de ellos, que el Real Madrid venía de perder en Europa, Chechu Biriukov paró el entrenamiento y dijo: “Fernando basta ya, que nos vas a matar a todos”. Era tal el nivel de intensidad y dureza que tenía en los entrenamientos que nadie quería jugar contra él en los partidos de entrenamiento. Y llegó el partido que recuerdo con más cariño; mi tío Carlos me consiguió un asiento en la cuarta fila para ver el que para mí era el sueño de mi vida, ver un Real Madrid vs Boston Celtics. Fernando Martín y Drazen Petrovic contra Larry Bird y un quinteto mágico con Dennis Johson, Danny Ainge, Kevin Mchale y Robert Parish. Daba igual el resultado, ese partido marcó una época.
Diez años después del trágico accidente, la vida, el baloncesto, me volvió a acercar a mi ídolo. En esos años yo era el entrenador de las Selecciones Autonómicas de Madrid, Cadete e Infantil, y en la Navidad de 1999, justo cuando se cumplían 10 años de su pérdida, tuve la suerte de tener en la Selección a Jan Martín, su hijo. Jugamos el Campeonato de España en Huesca y Jan hizo un gran Campeonato. Era un chico extraordinario, del que guardo un gran cariño. Pero lo que más me impactó de esas Navidades fue lo que se recordó a Fernando Martín en ese momento, justo cumpliendo 10 años de su pérdida. Recuerdo perfectamente que teníamos que entrenar a puerta cerrada en el antiguo pabellón de Vallehermoso, fue una locura el tema mediático. Eso te demostraba una vez más el mito en el que se había convertido y que pese al tiempo, seguía vivo y muy presente entre todos.
Han pasado muchos años, casi 31, y para mi sigue siendo un ídolo, un ejemplo, un mito. Muchas veces durante mi carrera de entrenador le he puesto de ejemplo con mis jugadores. Fernando representa todo lo que debe ser un deportista; un adelantado a su tiempo, no solo por su aventura en la NBA, también por sus duelos con Norris, que era decirnos a todos que nadie me va a pisar, por su forma de vida, pero sobre todo por los valores que representó: educación, respeto, solidaridad, nobleza, compañerismo, espíritu de superación, amistad…
¡Muchas gracias Javi por hacer que nuestro ídolo, nuestro mito, siga ‘viviendo’ en el cielo!
Richi Glez Dávila
@RichiGlezDavila
Antonio J. Reyes
@AntonioJReyesC
Fernando Martín es para mí un icono del baloncesto. Contribuyó a qué muchos en los 80 nos engancháramos al deporte de la canasta en un mundo de fútbol. Que nos aficionáramos después a una desconocida para mí NBA, sufriendo su falta de minutos. Protagonista de aquel póster que tenía en mi cuarto con la camiseta de Portland. Fernando, no exento de técnica, fue un jugador todo carácter capaz de hacer frente al americano más duro de la liga en el equipo rival. Incluso, enfrentarse a otro líder en su mismo equipo como Petrovic en aquella Recopa frente a Caserta que Martin jugo con el dedo roto para ver cómo el astro yugoslavo se las tiraba todas en racha sin contar con el equipo. No se me olvidará la tarde de su muerte, viendo al Vélez CF en el córner del Estadio Vivar Téllez, y oyendo como desgranaban la noticia con cuenta gotas. Un accidente en la M30, parece que jugador del Real Madrid, el dato de las fotos suyas firmadas,… Y se confirma. No daba crédito… Imborrable también el partido aquel dos días después de Recopa donde el espíritu Fernando ganó el partido. Momentos que te marcan de un jugador que tenía aún mucho que mostrar. Fue especial finalmente vivir y sufrir ya como jefe de prensa del Clínicas Rincón de LEB-2 en Octubre de 2005 la remontada de 20 puntos en el último cuarto del Pamesa Castellón liderado por un tal Jan Martín. Conocí in situ que ese espíritu de Fernando que aquel accidente me impidió seguir disfrutando, quedaba en mi mente en aquel partido de baloncesto más jovial y moderno a través de sus genes. Fernando sigue vivo y así lo vemos, al menos todos aquellos que lo admiramos.
Manuel Robina Cortés
@Manwe_4
Fernando Martín marcó un antes y un después en el baloncesto español. Ya sus duelos en la pista con el gran Audie Norris, eran reflejo de la esencia del baloncesto de entonces: duro, pero noble. Y su histórico salto a la NBA, el primer hombre de los nuestros que «pisó la galaxia NBA» de «MAGIC», Bird, Jabbar, Jordan… ¡Puff! Si llegar a la ACB era como cumplir el sueño de muchos niños de mi generación, Fernando Martín hizo algo que nadie imaginaba ni en el mejor de sus sueños. Engrandeció el baloncesto. Le dio otra dimensión.
Javier Balmaseda
Tags: fernando martín, historias
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