Cinco años del día que fuimos un poco más felices

La vida pasa tan rápido que, cuando uno menos se lo espera, se encuentra conmemorando que hace un lustro, nada más y nada menos, muchos madridistas vivieron un momento que llevaban esperando «solo» 20 años.

La Novena, nuestra Novena,  siempre quedará grabada en todos aquellos que pudimos vivir ese momento, estuviéramos donde fuera, Palacio de los Deportes, bar, casa, etc., en una fecha que no había confinamiento, no existía el coronavirus y donde sí había libertad para abrazarse, besarse y sentirse viviendo algo al mismo nivel que si fuéramos nosotros quiénes habían saltado a la pista y nos hubiéramos dejado la piel para conseguir cada canasta que acabó batiendo al Olympiacos ese 17 de mayo de 2015.

Si cinco años son muchos, ya no decimos nada si son veinte, a los que, encima, acompañas de una travesía en el desierto en que hay muchos peores recuerdos que buenos. Es seguro que, desde aquel mayo de 1995 no pudimos imaginar qué nos esperaba a continuación con esas noches infames, esos partidos sin alma, esa imposibilidad de participar en la competición que amábamos y, tantas otras cosas que hizo que muchos desistieran y abogaran por la desaparición de ese Madrid que, mal que nos pese, siempre irá con el apellido…»de baloncesto».

Londres y Milán nos dolieron más de la cuenta y, por eso mismo, esa noche del 17 de mayo no las teníamos todas con nosotros, el miedo se palpaba en el ambiente, en ese Olympiacos con Spanoulis a la cabeza, el equipo que era capaz de revivir una y otra vez, como ya lo demostró ante el CSKA en la semifinal, con una cancha que, a pesar de ser tu propia casa, cuando echabas un vistazo a la grada, veías más gente vestida con la camiseta del Fenerbahce que de tu propio equipo y te hacía volver a tener dudas…»y si este año, tampoco».

¿Qué se puede decir de un partido del que está todo dicho? Cada uno tendrá su propio recuerdo, en el mío fue ver ese momento de Jaycee Carroll anotando compulsivamente y que, hasta ese momento, sentía auténtico pánico de ver cómo se podía escapar el sueño tan largamente perseguido.

Lo que vino tras el bocinazo final ya es historia y la felicidad se palmaba en cada aficionado madridista, donde todos recordaremos ese momento de la copa alzada al cielo de Madrid por un Felipe Reyes que tuvo que dejar a su hija Chloe, de pocos meses, en manos del jefe de prensa para tan solemne momento.

La historia volvió a colocar al club blanco en lo más alto, luego vino otra Copa de Europa, más títulos, más partidos espectaculares, pero esa novena, lograda «en nuestra casa, con nuestra sangre» según palabras del doctor del conjunto blanco, siempre tendrá un pequeño hueco en el corazón del seguidor del Real Madrid…de baloncesto.

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