Díganme que no fue un sueño

Ayer, los afortunados que estuvimos en el WiZink Center, vimos algo más que un mísero partido de fase regular, estuvimos en algo que trascenderá a la historia del baloncesto en el Real Madrid.

No estaba bien la cosa en el Real Madrid desde hace unos días, ya que, tras conocer los positivos de Laso y Heurtel, todos sabíamos que la cosa podría ir en cadena y así fue, fueron cayendo Núñez, Randolph, Causeur, Poirier, Yabusele y ya, para rematar la faena, en la víspera de la llegada del todopoderoso equipo ruso CSKA, nos encontrábamos con que Hanga también caía en manos del puñetero COVID, todo ello sin contar con los lesionados Alocén, Abalde y Thompkins, en resumen, más jugadores de baja que sanos.

De aquí en adelante todo fue una locura, que si se inscribe un junior, que si hay 8 jugadores disponibles, que si Rudy no sabemos cómo estará, que si había que suspenderse el encuentro, que si la ACB sí lo hacía con el del Joventut, que si el CSKA venía con todo su arsenal y donde ya veíamos que los rusos iba a poner a los blancos su famosa vacuna Sputnik de una manera poco ortodoxa.

Hete aquí que el WiZink presentaba, para mayor INRI, una entrada paupérrima, solo 5.029 espectadores poblaban las gradas en una víspera de Nochebuena, en una de esas noches que, los más viejos del lugar, recordamos de otros tiempos cuando la selección rusa se llevaba un torneo de Navidad con un tal Sabonis destrozando el tablero de la desaparecida ciudad deportiva.

Ya el calentamiento fue una cosa de locos, veías a un lado a la plantilla de Itoudis, con unos cuerpos dignos de físicos NBA, mientras que en el otro costado, veías a NIÑOS con su cuerpo de niños,  chocarse la manos con Rudy, Llull, Tavares, Taylor,Williams-Goss, a Vukcevic, agarrando cariñosamente la cintura de Garuba mientras hablaba con él cuando salían en el quinteto que presentaba Chus Mateo y viendo en sus rostros, la tensión del momento que íbamos a vivir.

Del encuentro, ¿qué narices vamos a contar que no se haya dicho ya? Podemos hablar de ese comienzo con un 9-0 de parcial en que el CSKA no sabía por dónde le estaban viniendo los puntos, o de cómo los rusos supieron endosar un 13-26 en el segundo cuarto y que a todos nos quitó la esperanza para la segunda parte, a cómo el tercer periodo fue el resurgir con Rudy y Llull a la cabeza o cómo, en el último cuarto, un Williams-Goss que ha sido criticado hasta la saciedad, demostró por qué es un jugador más que válido para el Real Madrid y que su fichaje ha sido un acierto, que Taylor, con ese peinado afro, parecía un padre entre tanto y niño y, por encima de todos ellos (pero por poco), un Edy Tavares que demostró porqué no solo es el mejor pívot de Europa sino el tío con más compromiso que puede soñar un entrenador.

Pero no, eso no es indicativo de que lo vivido ayer fuera un sueño, al fin y al cabo, es un partido más de una fase regular de Euroliga y que, ni una derrota o una victoria, hubiera movido al Real Madrid de ese segundo puesto que tiene actualmente, yo quiero otra cosa.

Quiero que alguien me diga cómo es posible que Sediq Garuba (2004), sea una increíble lapa ante jugadores como Clyburn o Hackett, que supiera leer los bloqueos que sufría para volver a coger a su par, que tenga las santas narices de irse por una línea de fondo ante la atenta mirada de los pívots del CSKA y que acabe en una entrada que bien podría haber sido un mate.

Pero quiero saber más, cómo es posible que no sea un sueño que Urban Klavzar (2004) salga a la cancha como si llevara toda una vida en el Madrid, que tenga los santos testículos de recibir un balón en el lateral y cascarse un triple en su primer intento y que, inevitablemente, nos recordó a otro esloveno llamado Luka Doncic haciendo exactamente lo mismo en su debut ante Unicaja (también dirigido por Chus Mateo ya que Pablo Laso había sido expulsado).

Y, claro, también quiero creer que es real que Baba Miller (2004) en vez de apartarse ante un jugador en carrera, con un físico en el que le sacaba más de diez kilos de músculo, fue a impedir su canasta con una falta claramente antideportiva pero que, muchos de nosotros, nos hubiéramos apartado para no acabar esa noche en el hospital.

Seguramente, fue todo real, porque lo de ayer, trasciende del ámbito puramente deportivo y no digamos baloncestístico, lo de ayer fue una lección de vida, demostrar que al rival, por muy grande que pueda ser, hay que mirarle a los ojos y decirle que llevas un escudo en el pecho por el que has trabajado toda tu vida y que no vas a dejar que te arrebaten tu sueño, ya puedes estar cojo como ayer le pasó a Klavzar al final del partido defendiendo a Clyburn.

No, no fue un sueño porque Chus Mateo, ese guardaespaldas, amigo y confidente de Pablo Laso, dio una lección magistral de dirección en la cancha (con la ayuda inestimable de Paco Redondo y Lolo Calín), supo mover las piezas sin temblarle el pulso cuando cambió a un enfadado Llull, a sacar en los minutos finales a Klavzar, a encomendarle todo el trabajo de albañilería (va por ti, Andrés Montes) a Garuba o, sencillamente, por saber lo que convenía en cada momento, vaya primer entrenador que se pierde la ACB.

No puedo terminar esta perorata sin rendir homenaje a quien, en un día lluvioso, con una entrada de poco más de un tercio de su capacidad, fue capaz de hacer que poco más de 5.000 personas parecieran 15.000, que tenía una palabra de aliento si el ánimo decaía, que llevó en volandas comportándose como si fuera el sexto jugador en la cancha, sí, sabemos bien de quién hablo, es Pedro Bonofiglio, el speaker del Real Madrid, ayer y esperemos que durante muchísimos años más.

Hasta aquí hemos llegado, Feliz Navidad y…

 

1 Comentario en “Díganme que no fue un sueño

  1. Buen texto pero la selección rusa no jugó en los torneos de Navidad, aquella selección con Sabonis destructor de tablero en su platilla era soviética.

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