Fernando Martín y el regalo por el que valió la pena jugar en la NBA

Hoy, día en el que se cumplen 32 años del debut de Fernando Martín en la NBA, sacamos a la luz una historia que revela la tremenda satisfacción que significó para el jugador español, haber recalado en la mejor liga de baloncesto del mundo.

El 31 de octubre de 1986 en Portland, Fernando Martín alcanzaba algo que el paso de los años nunca podrá oscurecer. Cuando el pívot madrileño saltaba a la cancha a falta de dos minutos y dos segundos para la finalización del encuentro entre los Blazers y los SuperSonics, se convertía en el primer español en jugar en la mejor liga de baloncesto del planeta, la NBA, por entonces un territorio casi inaccesible para los jugadores no estadounidenses no formados en las universidades norteamericanas. De este modo, Fernando conseguía ser un pionero en nuestro país en el mundo de la canasta, motivo más que suficiente para que la historia le reservara un lugar más que privilegiado entre las páginas del deporte español. A partir de entonces, su paso por tierras americanas no fue precisamente un camino de rosas, principalmente porque su entrenador, Mike Schuler, no terminó de encajar el potencial deportivo que atesoraba Martín como jugador interior dentro del equipo. Asimismo, la aparición de inoportunas lesiones fue una losa demasiado pesada de levantar para el español.



Por otro lado, su situación personal en Oregón no fue la más idónea. Allí, se vio envuelto en una nueva forma de vida en la que por primera vez se encontraría alejado durante varios meses de su gente. No obstante, Fernando no se resignaba a distanciarse de los suyos, de manera que continuó manteniendo el contacto con ellos sobre todo a través de las llamadas telefónicas y de la correspondencia (recordemos que a mediados de los años ochenta no existían los móviles, ni internet). Mención aparte merecen los momentos en los que Martín recibía las visitas de estas personas tan especiales para él. En estas ocasiones, el madrileño ejercía de perfecto anfitrión y acogía con los brazos abiertos todo el calor procedente de España.

Foto: Web Portland

Retomando el tema deportivo, durante su año en Estados Unidos muy pocos dentro del roster de los Blazers entendían los pocos minutos de los que disfrutaba dentro del equipo. Curiosamente, los que menos lo comprendían eran precisamente los dos mejores jugadores de Portland, Clyde Drexler y Kiki Vandeweghe, que acostumbraban a hablar siempre muy bien de Fernando. De todos modos y, a pesar de que jugó muy poco, para Martín todos estos esfuerzos habían merecido la pena. Sin embargo, al concluir la temporada 86/87 y pese a que deseaba continuar su carrera deportiva en Estados Unidos, finalmente regresó a nuestro país para reencontrarse con sus compañeros del Real Madrid.

 



Ya en España, durante un partido frente al Barcelona en el Palau Blaugrana, Franco Pinotti (director de la mítica revista Nuevo Basket), pudo comprobar, a través de la historia que a continuación rescatamos, la tremenda satisfacción que supuso para Fernando haberse codeado durante un tiempo con los mejores jugadores del planeta de la gloriosa década de los ochenta. Pues bien, como el mismo Franco me comentó en su momento, a la conclusión de dicho partido, se quedó esperando al pívot madrileño en los pasillos del vestuario para entregarle un pequeño detalle que creía le iba a agradar bastante.

El propio Franco Pinotti nos rememora la historia: “Siempre me llevé muy bien con él. Era un tío que me caía fenomenal por el carácter que tenía. Además, siempre se portó muy bien conmigo. Pero lo que no olvidaré nunca al recordar a Fernando Martín, es la siguiente anécdota. Yo tenía una foto suya de cuando jugaba en Portland, en la que estaba con Julius Erving, jugador al que admiraba. Un día, se me ocurrió realizar como una especie de cuadrito de 20 x 30 cm con la reproducción de dicha foto. Así que cuando vino a jugar un partido al Palau Blaugrana, tras su vuelta de Estados Unidos, me esperé en los pasillos de los vestuarios después de dicho partido hasta que saliera. Una vez fuera, le dije que le iba a hacer un regalo que le gustaría, y le entregué el cuadrito. Fernando se sonrío y me dijo: no sabes la ilusión que me hace esto, y me abrazó, cosa que nunca habíamos hecho, ya que tampoco es que tuviéramos una relación demasiado estrecha. Después de su muerte, al cabo de unos años, recuerdo que le realizaron un reportaje a su madre o a su hermano en su casa, y en aquel reportaje aparecía una foto en la que en el fondo se veía el cuadrito que le regalé puesto encima de una mesita. Me hizo mucha ilusión ver que aún lo conservaban”.

Foto: Nuevo Basket

Aunque fuera por haberse enfrentado durante unos minutos a Julius Erving (su ídolo deportivo), Franco, en aquel momento, fue consciente de lo importante que había sido para Fernando jugar en la mejor liga de baloncesto del mundo. Martín, un hombre de retos, había alcanzado la cima de este deporte, y aunque su paso por Estados Unidos no fue como se hubiese merecido, es imposible catalogar de fracaso (como intentaron algunos por entonces) lo que es un hito.

Foto de portada: Miguel Ángel Forniés

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