José Lasa: «La competitividad en el Madrid me obligó a mejorar mucho»

Foto: Raúl Cancio

Foto: Raúl Cancio

Con motivo de su cumpleaños, José Lasa visita Planetacb para hacer un repaso a su carrera profesional desde sus inicios en el Canoe hasta sus últimos años en el baloncesto griego, pasando por sus exitosas temporadas en el Real Madrid. Y mucho más.

José Lasa (Las Palmas de Gran Canaria, 49 años), fue uno de los primeros españoles que jugó fuera de nuestras fronteras. Desde muy jovencito, Lasa, que adolecía según él de algunas cualidades para jugar al baloncesto, trabajó muy duro para llegar hasta la élite consiguiendo con el Real Madrid la tan ansiada Euroliga en 1995, dos Ligas ACB y una Copa del Rey. Además, tuvo el mérito de jugar en Grecia y proclamarse subcampeón de la máxima competición europea con el AEK de Atenas, un equipo que no se encontraba entre los favoritos al título. José Lasa, que destacaba por su inteligencia en la cancha y su gran capacidad de pase, ha sido uno de los mejores bases españoles de los noventa y un jugador muy bien valorado por sus compañeros de equipo. Se retiró relativamente joven, con apenas 29 años, y en la actualidad es un abogado de prestigio.
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No se ven muchas entrevistas de José Lasa. ¿Estás muy desconectado del baloncesto?
No, trabajo bastante con temas de baloncesto, lo que pasa es que tampoco creo que yo sea alguien importante o relevante para salir en los periódicos. Creo que lo que manda, desde el punto de vista más periodístico, es la actualidad.
¿Hay similitudes entre el baloncesto y la abogacía?
No. A ver, yo creo que son completamente diferentes. Cuando tomas la decisión de meterte en este mundo tampoco sabes lo que realmente te puedes encontrar, pero sí que aspiras también a un cambio, a un escenario distinto, y eso sí que lo tuve. Tuve mucha suerte, al integrarme en la abogacía, con el grupo de gente con el que empecé a trabajar, que al final me hizo las cosas mucho más fáciles. La verdad es que estoy muy bien. Ahora, con el despacho que montamos con unos cuantos socios hace 13 años, pues muy bien, estamos contentos y trabajando mucho. Pero bueno, no tiene nada que ver el baloncesto con la abogacía, son completamente distintos.
¿Te animó a meterte en esta profesión tu una mala experiencia con el Peristeri? (El equipo griego le despidió sin pagarle y Lasa acudió a los tribunales para reclamar lo que le debían).
Sí, creo que todo lo que yo viví, bueno y malo, aunque te sueles fijar más en lo malo porque lo bueno lo das por descontado muchas veces, me ayudó a ver que había un nicho, un vacío donde se podía asesorar y se podía ayudar a los jugadores. Había un hueco que colmar desde un punto de vista jurídico, fiscal, financiero, aunque yo me dedico solo a una parte, pero creo que ya se está cambiando porque estamos hablando de hace casi 20 años. La verdad es que en aquel momento era ostensible esa ausencia. Y bueno, estas experiencias te ayudan a determinar un poco cuáles son tus acciones.
¿Sigues manteniendo el contacto con jugadores de tu época? Ismael Santos se acordó de ti en la entrevista que le hice recientemente.
Isma es muy buen amigo, es como un hermano. Te veas más o te veas menos, sabes que siempre vas a tener ese ligamen emocional y de cariño muy grande. Lo cierto es que he tenido más relación y sigo manteniendo el contacto con los que coincidí en juveniles o cadetes del Madrid, como con Isma, por las experiencias personales y por el vínculo que siempre has forjado. Y también con gente del primer equipo, como con Antonio Martín, Quique Villalobos o Pep.
Explícales a los más jóvenes que no te vieron jugar qué tipo de jugador era José Lasa.
¿Yo?, blanco, lento y desacertado (risas). Yo era un tipo de un jugador que ahora mismo no tendría cabida. Pude jugar al baloncesto porque era una época donde el físico no era tan predominante como lo es ahora, aunque ya empezaba a serlo, pero no era lo que es hoy en día. Yo nunca tuve esa rapidez o ese desequilibrio, al contrario, me pesaba porque destacaba por lo negativo, era peyorativo. Yo creo que con mis características sería muy difícil jugar ahora, y estar en la élite prácticamente imposible. Ahora físicamente se está a otro nivel, sobre todo en la élite. Se ha evolucionado mucho desde ese punto de vista, como la altura, la capacidad física, etc. Es otro deporte en ese sentido. Yo conseguía jugar porque al final tenías calidad y una buena lectura de juego y eso hacía posible que pudieras competir. De alguna manera compensaba la debilidad física y de estatura que tenía. Ese es un poco el dibujo que haría. Actualmente sería difícil imaginar a un jugador así en un baloncesto actual, de mi tamaño y sobre todo de mi capacidad física.
Es verdad que el baloncesto ha evolucionado mucho, sobre todo a nivel físico, pero tenías cosas que resaltaban mucho por entonces, como tu inteligencia en la cancha o tu capacidad de pase. Eras un grandísimo jugador. Que te hicieras hueco en la élite con esas carencias que tú has nombrado tiene muchísimo mérito.
Foto: Miguel Ángel Forniés
Foto: Miguel Ángel Forniés
¿Cómo se produjo tu fichaje por el Real Madrid con apenas 13 años?  
Yo siempre he vivido en Madrid. Mi madre era de Canarias y mi padre de San Sebastián, pero por trabajo se vinieron a Madrid. Vivíamos al lado del Canoe, y entonces yo empecé a jugar allí. Hubo dos entrenadores que estaban en el Canoe, Jorge Osma y Alejandro Pérez, que fueron muy importantes para mí. Alex estaba también en el equipo cadete del Madrid. Ellos fueron los que empujaron mucho para que fichara por el Madrid, que no era tan fácil en aquel momento. Ten en cuenta que tenía 13 años y medía 1,50 metros, y estaba Ismael con 1,90 metros o Juan Aísa, jugadores que eran ya referencia a nivel nacional. Yo, sinceramente, nunca había pensado en el Canoe que tenía la capacidad de estar ahí, lo veías como una cosa muy lejana. Ni siquiera entraba en mis planes. También entrenaba al lado de mi casa y tenía un grupo muy majo de compañeros, jugábamos y competíamos muy bien. Fue todo un poco inesperado. Costó un poco tomar la decisión por el lado emocional y porque tampoco veía que tuviera un sitio tan claro. Sin embargo, al final me decidí porque te picaba esa mosca de no dejar de tomar esa decisión de jugar en el Madrid. Jorge Osma y Alejandro Pérez fueron los que abrieron más la puerta del Real Madrid. Sin ellos, esa puerta quizá no se hubiera abierto y estaríamos hablando de otra cosa.
¿Cómo te vas haciendo sitio en el Real Madrid?  
Una cosa muy buena que tenía el Real Madrid era que se competía mucho, entonces te demandaba mucho. Por mis características, que hubiera mucha competitividad y un challenge continuo, es decir, un desafío continuo, me venía muy bien para evolucionar y estar a la altura. Me obligó a mejorar mucho. También me obligó a acostumbrarme a estar constantemente en ese nivel y a poder competir, y yo creo que para alguien como yo, que adolecía de muchas cosas, pues me ayudaba a compensarlas por la mera competición y por el estar bien, es decir, estar preparado para competir. Yo creo que el Madrid fue una buena escuela de base, pero creo que si tuviera que destacar algo que me vino muy bien es que realmente había una competitividad diaria. Tenías que estar todos los días compitiendo y trabajando y eso a mí me ayudó mucho para crecer dentro de la casa.
¿Fueron difíciles esos comienzos en el Real Madrid siendo tan jovencito?
Fueron muy difíciles porque cuando entré, empecé a entrenar con un equipo que me llevaban dos años. Imagínate, mi primer entrenamiento era con Ismael Santos y Juan Aísa, que por entonces eran dos jugadorazos. Te sentías: “Yo estoy en otro nivel, no estoy aquí”. Pensabas que estabas en un nivel por debajo, eso fue lo más duro, pero también te servía de polea de desarrollo. Pero es verdad que fue complicado adaptarse a esa gran diferencia que había desde el punto de vista físico y de calidad en aquel momento.
¿Qué es lo más positivo de haber jugado en el Real Madrid?
Creo que hay varias cosas. Si me preguntas esto con 20 años, probablemente la respuesta sería completamente distinta, pero claro, ahora ya casi con 50 tienes una visión distinta de los acontecimientos y tu perspectiva de enjuiciar las cosas ha variado bastante. Una cosa positiva es que esa casa te ha dado la posibilidad de tener amigos desde juveniles que siguen perdurando en el tiempo. Otra cosa positiva es que no deja de ser parte de tu existencia emocional; has vivido allí tu adolescencia y forma parte de ti. Y luego, desde el punto de vista más profesional, te ha dado la posibilidad de haber cumplido el sueño de competir por lo máximo en Europa, algo con lo que soñabas muchas veces de manera muy tonta cuando tirabas solo, entrenabas y demás. Como niño soñabas con eso y has tenido la posibilidad de poder disfrutarlo. Eso es muy bonito y es algo que siempre se te queda ahí. También ver esos pabellones, esos momentos de tensión, esa sensación que solo la tienes cuando realmente juegas ese tipo de finales.
Foto: Miguel Ángel Forniés
Foto: Miguel Ángel Forniés
En la temporada 94/95 llega Obradovic al Real Madrid. ¿Qué quería Zeljko de ti como base del equipo?
Zeljko plantea una estrategia, como él decía, que consistía en que le gustaba decir que el baloncesto era ajedrez, al final era un gran jugador de ajedrez en ese sentido. Él buscaba acoplarse a lo que tenía. Veía que tenía dos jugadores que eran diferenciales, uno Sabas y el otro Joe, y básicamente teníamos que jugar para ellos, con lo cual lo que quería de un base era que tuviéramos ese orden desde el punto de vista de saber a lo que teníamos que jugar, saber cuál era el sello del equipo. Evidentemente, como siempre, te piden que sigas leyendo el juego porque a lo mejor el partido te pide otra cosa, pero claramente estaba todo liderado por eso, por jugar para ellos. Y luego, yo creo que Zeljko, como todo buen entrenador, lo que quiere es que el equipo se sostenga muy bien atrás, defensivamente, sabiendo que si tienes talento en ataque el talento muchas veces te va a salvar. Teniendo a Sabas eso ya aportaba una dosis de talento que sobresalía la media de la élite. Te pedía ser muy consistentes, tener pocos errores y limitar el margen de error. En definitiva, saber dónde estaban tus fuerzas y saber explotarlas, y en lo demás, pedía mucha consistencia.
¿Cómo llevabas compenetrarte con Antúnez, el otro base del equipo pero con un estilo de juego muy diferente al tuyo?
A veces jugábamos los dos juntos y jugábamos bien, por lo que creo que más que  compenetrarnos entre nosotros, era más cosa del entrenador, por el hecho de tener dos opciones diferentes y también teniendo en cuenta el reparto de minutos, ya que jugábamos dos partidos a la semana y había bastante rotación. Yo creo que era más una labor de Zeljko, de poder leer partidos y también ver las dinámicas que podías tener. Hay veces que uno puede estar mejor o peor por varias razones, pero creo que compenetrarnos era más una tarea de Zeljko, y lo bueno es que teníamos dos perfiles distintos, que yo creo que siempre es bueno para un entrenador.
¿Por qué se produjo tu salida del Real Madrid después de la temporada 94/95? No sé si acababas contrato.
Acababa contrato, y bueno, Zeljko decidió que había oportunidades de fichar a Pablo Laso, y se firmó a Pablo en mi puesto. Hubo varios cambios en el equipo y uno de ellos era yo. Se creía que la pareja Antúnez y Laso iba a ser mejor para el equipo dada la salida de Sabonis. Se pensaba en un ritmo de juego distinto. Joe se quedaba y Pablo siempre había jugado muy bien con él. Pablo también había jugado muy bien aquel año. Yo acababa contrato y se pensó que alguien mejor que yo podía ocupar ese puesto. La salida era un poco, bueno sales a algún sitio, pero probablemente te tengamos en cuenta para volver, pero al final no deja de ser una salida.
Regresas al Real Madrid en la temporada 98/99.
Yo creo que tomé una buena decisión al ir a León (95-97), donde me cuidaron mucho y progresé desde otro punto de vista diferente al que tenía en el Madrid. Y luego también me voy al AEK de Atenas (97/98), que fue un buen año para mí, jugamos la final de la Copa de Europa aunque perdimos con Bolonia. Entonces, de pronto se produce un vacío en el Madrid en aquel momento, de no saber qué base contratar, y bueno, en el fondo estaba alguien que conocía la casa, que está jugando en aquel momento en la élite y que resultaba fácil ese nuevo contacto y volver a casa. Se juntaron ese cúmulo de cosas.
Foto: Miguel Ángel Forniés
Foto: Miguel Ángel Forniés
¿Fue positiva la experiencia de jugar fuera de España?
Sí, no éramos muchos por entonces. Me acuerdo que en Grecia quedaba bastante con Ferrán Martínez. A mí me ayudó mucho tener a alguien allí con más experiencia que yo y que llevaba ya un año en Grecia. Yo estaba en el AEK y él estaba en Panathinaikos, y encima coincidíamos en el campo porque utilizábamos la misma cancha, que era el OAKA. Me vino muy bien tener a alguien de contacto. Desde la perspectiva de mi edad, yo creo que personalmente me ha ayudado mucho, me quitó muchas antiojeras vitales. Salir fuera te ayuda a crecer, te ayuda a comprender, te ayuda de alguna manera a autoexaminarte muchas veces y a adaptarte. Es un ejercicio de adaptación y autoconocimiento bastante interesante. Y desde el punto de vista profesional, aunque algún año fue más competición de élite y en otros menos, me ayudó a que conociese más baloncesto, un baloncesto completamente distinto al que te tenías que adaptar. Interesante en ese sentido. Pero también te digo que como jugador siempre había un pero cuando no podías competir por títulos, que era un poco tu educación. Siempre te costaba un poco más porque había una añoranza a poder competir de verdad.
Háblanos de tu año en el AEK. Nadie daba un duro por vosotros, erais casi la “cenicienta” de la competición y conseguís jugar la final de la Euroliga.
Sí, éramos un grupo de mucha gente de muy distintos lugares que al final nos acoplábamos muy bien como equipo, con dos o tres jugadores más de referencia, pero realmente el equipo funcionaba mucho como bloque, con continuas rotaciones, con continuos cambios, mucha dureza atrás y teniendo las cosas bastantes claras en ataque. Éramos un equipo bastante difícil de ganar, un equipo muy rocoso. El entrenador era Giannis Ioannidis, que preparaba muy bien los partidos. Era un entrenador muy inteligente, tenía al equipo constantemente en tensión, preparado para competir. Éramos un equipo muy competitivo.
¿Cómo era jugar en Grecia?
Es una de las mejores sensaciones que he tenido como jugador, jugar en ese tipo de campos, con ese tipo de pasión. Tenía sentido jugar al baloncesto por la pasión que veías en las canchas.
¿Sentiste miedo alguna vez en alguna de estas canchas griegas?
Miedo no porque nunca piensas realmente que te va a pasar algo, sinceramente, no te entra en la cabeza que te pueda pasar algo, pero es verdad que en algún partido sentías preocupación, de pensar: “¿Aquí qué va a pasar?”. Recuerdo que se paraban los partidos media hora porque se tiraba algo al campo. Pero realmente nunca pasó nada, más allá de pararse el partido un poco, nada importante desde el punto de vista de violencia.
Los noventa se identifican con el basket control, es decir, las posesiones largas, los partidos a muy pocos puntos, etc. ¿Te gustaba ese baloncesto?
Cuando llegué al Madrid no se imponía tanto ese baloncesto. Yo creo que Limoges cambia esa dinámica, cuando Boza gana la Copa de Europa con un equipo más pequeño, controlando el tempo y siendo defensivamente muy duros. Aquel equipo se convierte un poco en un modelo de referencia para muchos otros, y es en ese momento cuando empieza a cambiar el estilo de juego porque muchos equipos de menor nivel ven en ese baloncesto una capacidad para poder competir mejor. Creo que desde allí se coge una dinámica que se implanta en los siguientes años, que es el baloncesto de más control, con muy pocas pérdidas de balón, defensivamente muy duro, agotar posesiones para limitar errores y muy pocos contraataques. Yo creo que era un baloncesto mucho más estratégico, mucho más táctico y menos divertido desde el punto de vista del espectador, ya que limitaba bastante la capacidad de acción y el número de acciones que podías hacer en un partido. Era a lo que se jugaba y te tenías que adaptar a eso.
Foto: Miguel Ángel Forniés
Foto: Miguel Ángel Forniés
Jugaste tres Final Four, dos con el Real Madrid y una con el AEK. ¿Qué sensaciones te quedan de cada una de ellas?
La primera muy mal porque yo creo que teníamos la sensación de que podíamos haberla ganado. Claramente pensábamos que podíamos haber competido, que a lo mejor una final con PAOK allí en Grecia podía ser más complicado, sin perjuicio de que estás en una Final Four y te puede ganar cualquiera, pero sí teníamos esa conciencia de si jugamos bien sería bastante fácil ganar. Y creo que jugamos un mal partido en semifinales. También Limoges jugó muy bien, pero creo que nosotros estuvimos en un mal nivel en semifinales. Entonces en mi primera Final Four, mi sensación fue de fracaso o de decepción, más que fracaso, que sí, pero decepción, creo que podíamos haber hecho muchas más cosas.
Luego la segunda muy bien porque al final era quitarte la espina, era volver dos años después y ganarla, y encima en Zaragoza donde el público estuvo espectacular. La ciudad se portó increíble. Muy bien. Era lo que necesitábamos, ganar. Teníamos la espina clavada y sabes que no es fácil llegar a tantas Final Four y más ganarla. Sabíamos que podía ser un tren que nunca pudiera volver a pasar. No se regalaba estar en la Final Four, y ganarla fue una gran alegría. Esa sensación de: “Teníamos que tenerla”. Llevábamos tres años para tener eso y al final lo habíamos conseguido.
Y la otra con el AEK fue, no sé cómo decirte, muy orgulloso por cómo competía ese equipo y de lo que conseguimos, pero decepcionado por no ganarla, aunque Bolonia era un equipazo, pero, no sé, tú siempre te crees tu historia y creo que pudimos tener la opción de haber acertado en un par de cosas para, por lo menos, haberles metido mucho miedo. El partido fue a muy pocos puntos, siempre estuvimos muy cerca, pero en los últimos minutos ellos siempre tenían una diferencia que, aunque era pequeña, te costaba dos o tres posesiones, y en aquel momento dos o tres posesiones valían mucho. También ellos defendieron muy bien. Hay varios detalles que creo que hubiesen cambiado la dinámica del partido, no sé si el resultado. Una sensación un poco agridulce, hemos jugado muy bien, hemos competido muy bien, pero hemos muerto en la orilla.
Los compañeros que más te impresionaron en el día a día.
Bueno, como estás con los mejores jugadores en el Real Madrid, un poco te lo esperas. De todos modos, ves que hay compañeros que por el bien del equipo dejan de hacer en los partidos muchas cosas que hacían en los entrenamientos. Gente como Antonio Martín, Ismael Santos o Pep podían hacer muchísimas cosas muy bien, pero muchas veces, por el bien del equipo, no mostraban todo su potencial en los partidos. Por ejemplo, hubo un jugador que siempre me sorprendió porque no me esperaba la calidad que tenía, que era Chechu Biriukov. Tenía una calidad impresionante, me sorprendió mucho porque no me lo esperaba. Obviamente había muchos jugadores con mucha calidad, pero de Chechu no me lo esperaba. Sabía que era muy bueno, pero tenía detalles espectaculares de un nivel diferente. A mí me parecía un jugadorazo.
Y luego, en otros equipos, Anderson en el AEK, me llamaba mucho la atención su capacidad defensiva. Él decía que no había venido al AEK para defender, pero el día que se ponía era realmente increíble y te dabas cuenta del nivel NBA. Cuando decía: “Hoy tengo que parar a este jugador”, realmente veías que era otro nivel. También me llamó mucho la atención Raúl López, y mira que me habían hablado muy bien del él, pero cuando lo vi entrenar hacía cosas que no se las había visto a nadie. Aquello fue cuando llegó al Real Madrid muy jovencito. Me parecía un jugador espectacular.
También José Calderón es un jugador que me gustó mucho, aunque no fuese compañero de equipo. Yo creo que es el prototipo de jugador que te demuestra lo que tiene que ser un jugador de baloncesto. El primer José, contra el que yo me enfrento cuando él estaba en Fuenlabrada, ya me llama la atención porque físicamente era un espectáculo, aunque también tenía unos detalles espectaculares. Todo el mundo habla bien de él, y no solo a nivel deportivo. Es un jugador que si cae en la trampa una vez, no vuelve a caer una segunda vez. Si tiene que mejorar el tiro, pues lo mejora. Ha cambiado muchas cosas de su juego y ha ido evolucionando, y eso no es nada fácil. Es un espejo en el que mirarse porque es un jugador que siempre ha evolucionado. Me parece uno de esos jugadores que es un ejemplo a seguir.
Si te gustan las historias del baloncesto de antes, puedes regalar o regalarte “Fernando Martín. Instinto Ganador”, una obra que cuenta con casi 500 testimonios (Antonio Martín, Sabonis, Anicet Lavodrama, Corbalán, Pablo Laso, Audie Norris, Brian Jackson, Wayne Robinson, Biriukov, Pep Cargol, Quique Villalobos, Isma Santos, Andrés Jiménez, Epi, Fernando Arcega, Essie Hollis, Lolo Sainz, Aíto, Gonzalo Vázquez, Antoni Daimiel, Ramón Trecet, etc.).
MIGUEL ÁNGEL FORNIÉS nació en Badalona el 18 de septiembre de 1952. Estudió en los Salesianos Badalona y en el Colegió Badalonés. Servicio Militar en Campo Soto, Cádiz.
Fotoperiodista de Devoción. Colaboró con Eco Badalonés, 5Todo Baloncesto. Desde 1981 con Nuevo Basket como fotógrafo. Primer fotoperiodista en viajar a ver y fotografiar partidos de la NBA en 1984. Europeo de 1973, cinco Mundiales Júnior (de 1983 a 1999). Quince meses trabajando, viviendo y jugando a baloncesto en Argelia (Sidi Bel Abbès).
Mundial de España 1986, Mundial de Argentina en 1990. JJOO de Barcelona 1992 como adjunto del jefe de prensa de baloncesto. Ha escrito dos libros, Crónica de un viaje alucinante (en 2009) y Memorias Vividas (en 2015). Durante 19 temporadas (1996-2014) responsable de prensa del Club Joventut Badalona.

2 Comentarios en “José Lasa: «La competitividad en el Madrid me obligó a mejorar mucho»

  1. José Lasa Azpeitia, que tipo tan humilde, era muy buen pasador, y le recuerdo de su segunda etapa en el Madrid con una mejora notable en el tiro. Encima tiraba los triples bastante alejado del 6.25.

  2. Como jugador, sin ser espectacular, me daba siempre seguridad. Sin desmerecer a ningún base compañero en el Madrid, de su época en el equipo, fue quien más me gustó

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