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HISTORIASLa falange hoplítica y la polis fuenlabreña. Una visión épica del Montakit Fuenlabrada
30 diciembre, 2015 por javirodespi Dejar un comentario
Así que todo el mundo se afiance en sus pies, y se hinque en el suelo, mordiendo con los dientes el labio, cubriéndose los muslos, el pecho y los hombros con el vientre anchuroso del escudo redondo. (…) Poniendo pie junto a pie, apretando escudo contra escudo, penacho junto a penacho y casco contra casco, acercad pecho a pecho y luchad contra el contrario, manejando el puño de la espada o la larga lanza.
(Tirteo)
Entre finales del siglo VIII y mediados del VII a.C. los helenos introdujeron y generalizaron una revolucionaria formación de combate, la falange hoplítica, que cambió lo que había sido para ellos el arte de la guerra. Hasta entonces, tal y como podemos leer en los textos homéricos, las disputas se solventaban a través de una lucha individual (monomakhía) entre los aristocráticos paladines de cada bando, decidiéndose la victoria cuando el rey, príncipe o héroe de turno apiolaba inmisericordemente al del contrario en singular combate, que decía don Alonso Quijano. La falange cambió radicalmente la forma de combatir, trocándola en algo colectivo. Se establecieron varias filas compactas de guerreros semiacorazados, los hoplitas, armados de largas picas y espadas, siendo el choque de la multitud contra la multitud, el que aguantaba más sin romper la formación propia y quebrando la del contrario, el que se llevaba el trofeo; o al menos así lo cantaba Tirteo, como leemos más arriba, unos doscientos años antes de que Leónidas y sus muchachos se machacaran en el gimnasio para lucir abdominales en “300”.Pero como no estamos en Planeta ακβ (alfa-kappa-beta), sino en Planeta ACB, será mejor que aterricemos y veamos a dónde queremos llegar con esta digresión histórica…
En realidad me gustaría hablar del Montakit Fuenlabrada que, en este inicio de temporada 2015/2016, ha abandonado también la monomakhía en favor de un baloncesto más coral, de un proyecto parecido al de la falange griega, en el que todos y cada uno de los hoplitas aúnan sus esfuerzos para conseguir la victoria. Ya no se trata de que Aquiles (léase Panko,o Feldeine, o…) luche de forma épica y rompa todos los registros para decidir la contienda, limitándose los demás a guardarle las espaldas y recoger los despojos del ejército que huye, sino que ahora mismo en el equipo del sur de Madrid todos los jugadores cierran filas y aportan al bloque, siendo varios los que, incluso de forma sucesiva a lo largo de un mismo partido, son capaces de coger las riendas y la iniciativa anotadora, lo que hace más difícil para el contrario el planteamiento de su defensa. Pero el paralelismo va un poco más allá, pues lo que intento transmitir no es la idea de que haya muchas individualidades aportando, sino que el secreto mismo del éxito de la fórmula en ambos proyectos (el hoplítico y el fuenlabreño) está en la unión de las fuerzas, en la solidaridad de los esfuerzos, en el hecho de que el mantener la formación es más importante que la hazaña individual, que lleva a tu bando al desastre.
Como hemos dicho, la falange se basaba en una formación en línea en la que cada hoplita sujetaba su gran escudo (hoplon) de forma que, con el mismo, cubría sólo parcialmente su cuerpo, únicamente el flanco izquierdo, quedando el derecho protegido por la mitad del escudo de su compañero; era, pues, necesario que la formación se mantuviera en todo caso, que la falange no se rompiera, pues si algún soldado se salía de la misma, ya fuera para huir o atacar por su cuenta al enemigo, dejaba desguarnecido a su conmilitón de la siniestra. Si todos los hoplitas se mantienen unidos, si no se resquebraja el frente de escudos de bronce y avanzan todos a una, un ejército inferior en número como el de Maratón puede vencer a las tropas más numerosas de Darío; si te sales de la formación e intentas hacer la guerra por tu cuenta, como esos mismos atenienses hicieron en la batalla de Queronea, la derrota está asegurada y Alejandro comenzará a construir su leyenda con sobrenombre de brandy.
En el caso de Fuenlabrada ocurre algo muy parecido, el éxito que está consiguiendo en estos primeros meses de la Liga Endesa se basa en el solidario esfuerzo de todos los jugadores, especialmente -pero no solo- en defensa, de manera que es la suma del conjunto, y no la capacidad individual de cada jugador, la que supera las limitaciones propias. La falange del Montakit ha conseguido con ese espíritu mejorar no solo en valoración, puestos de la clasificación, sino también prácticamente en todas las estadísticas importantes. Sus deficiencias de físico, traducidas en una disminución de los rebotes defensivos, tapones y mates, se compensan con una mayor agresividad, tanto defensiva (recuperaciones, faltas cometidas) como ofensiva (rebotes ofensivos, puntos), en un trabajo coordinado en el que todo el mundo tiene clara su aportación y qué es lo que hay que hacer: defender a muerte, ayudando al compañero y recuperando a tu par a la velocidad del rayo, correr cuando se pueda y, si no, circular bien el balón (más asistencias, menos balones perdidos), aprovechando sobre todo el tino de los exteriores (incremento en el lanzamiento de 3), usando el juego interior principalmente como amenaza que mejore los espacios (¡ay, ese ganchito patatero de Sobin, cuánto me gusta…!). Significativo es, sin duda, que uno de los capítulos en los que se haya empeorado haya sido el individual por excelencia, el acierto en el tiro libre (que se intenten menos es una lógica consecuencia de la apuesta por el tiro exterior), algo en lo que Se tendrá que trabajar a fondo, pues no está la competición como para andar regalando puntos.
De hecho, los problemas que ha sufrido el equipo naranja en muchas de las cuasi-remontadas que ha sufrido en estos partidos iniciales cuando parecía tenerlos encarrilados, ha sido precisamente que, o bien no ha mantenido la sincronía en los relevos defensivos, dejando a la vista sus costuras, o bien, nerviosos por el resultado, algunos jugadores han intentado tirar de la heroica en vez de “mantener la formación” (Tabu tiene especial tendencia a ello), abusando del tiro lejano sin haber trabajado los sistemas, lo que provoca canastas fáciles del contrario y que a la pescadilla se le despierte el apetito de su propia cola. ¿Significa esto que no hay lugar para las individualidades en este esquema? En absoluto. Al igual que los generales griegos disponían a las tropas más valientes en el flanco derecho de la falange para evitar que ésta, en su avance, se escorase hacia la derecha (cada soldado inconscientemente procuraba acercarse al compañero de ese lado a fin de que su escudo le protegiese el costado desguarnecido), en el caso del Fuenlabrada esa labor de contención, de asumir la responsabilidad en los partidos recomponiendo la línea y trayendo la tranquilidad, ha sido ejercida por los Urtasun, Popovic, Paunic y Tabu, que se han relevado según las circunstancias de cada partido. Y hasta ahora lo han hecho con acierto aunque queda por ver si, con el transcurrir de las jornadas, la falta de un paladín indiscutible en los momentos de tensión puede suponer alguna derrota en el casillero.
Pero no solo en el parquet recuerda Montakit Fuenlabrada a los ejércitos de la Grecia clásica. La falange trajo (o ayudó a traer) un cambio social radical en todos los órdenes, marcando la salida de los pueblos helenos de la Edad Oscura y su transición, primero hacia la Arcaica, y luego a la Clásica. El abandono de la monomakhía supuso una pérdida de importancia de la aristocracia, pues el hoplita era un ciudadano que se sufragaba el coste de su propio armamento. La falange hoplítica era, pues, un ejército de ciudadanos que, en contraprestación a su esfuerzo personal y al riesgo que asumía en la defensa de su ciudad, comenzó a requerir un mayor protagonismo en la dirección de la misma, que se le recompensara con una mayor presencia en sus instituciones. De la mano de la falange de hoplitas viene el nacimiento de la polis, la ciudad-estado, y posteriormente la democracia: todos los ciudadanos juntos, ya sea sentados en la Asamblea para decidir su destino en tiempos de paz, o escudo contra escudo para defenderla en los de guerra.
De manera similar, el cambio de concepción del equipo iniciado por Zan Tabak y continuado por Jota Cuspinera, ha sido un bálsamo para el enrarecido ambiente que venía gestándose en estas últimas temporadas en el Fernando Martín, y que culminó a finales de la 2014/2015 con una fractura clara entre grada e institución. No se trata solo de que el viento sople a favor, de que se gane, sino de que una conexión que se había roto se ha restablecido y el ciudadano que está sentado (o de pie, que algunos nunca se sientan) se identifica plenamente con el que pisa el parquet, con su actitud y esfuerzo solidario, aplaudiéndolo tras el pitido final independientemente que la falange fuenlabreña se imponga y Raphael atrone por los altavoces, o de que el contrario rompa la línea y la batalla acabe en desastre.
Ahora se está en un noveno puesto que hace soñar con la Copa, aunque eso son palabras mayores. Un proyecto como el descrito tiene la fuerza de mejorar el rendimiento del conjunto por encima de la teórica suma de sus integrantes individualmente considerados y enmascara sus carencias, pero no es una fórmula mágica. Tiene sus limitaciones, ya que basta con envolver a la falange o romper la formación, para que las mismas se multipliquen y conduzcan al desastre.Se puede ganar a casi cualquiera, incluso se puede dar la cara ante los grandes, pero también se puede perder con cualquiera. Todo depende de lo unidos que aguanten los hoplitas.
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