La familia del Real Madrid Baloncesto

En estos especiales días de confinamiento que nos sirven para relativizar y comprender que lo verdaderamente importante en esta vida somos nosotros, las personas, he puesto en funcionamiento mi memoria para haceros partícipes de lo que ven mis ojos en Valdebebas más allá del baloncesto.
Porque el Real Madrid Baloncesto me abre las puertas de Valdebebas y me permite formar parte de su familia durante unas horas cuando voy a cubrir las previas de los partidos de Euroliga. Y aunque sea durante poco tiempo, la frecuencia semanal me ha permitido ganarme la suficiente confianza para que tanto jugadores como todo el equipo no me miren como un bicho raro si no como un profesional más que acude allí a realizar su trabajo y para que, en algunos casos, se de un paso más de complicidad e incluso amistad.
Y veo personas, grandes personas. Comenzando con el saludo inicial de Jenifer en el vestíbulo, con su imborrable sonrisa. Y, enseguida, Julio o Gica (del departamento de comunicación) te permiten el acceso al Pabellón. Siempre atentos, siempre dispuestos profesionalmente, pero a la vez, mientras salen los jugadores a la cancha, compruebo su lado personal al hacerme cómplice de las sensaciones del equipo, de sus propias vivencias en los viajes y en las distintas situaciones que se van presentando.
Mis ojos ven la ilusión de los peques cuando son llamados para entrenar con el primer equipo como antes Nakic o Garuba y ahora Tisma o Spagnolo. O las caras de sufrimiento de los que se encuentran lesionados. Recuerdo a Llull, incansable, haciendo series la temporada pasada por los exteriores del pabellón o unos contra uno siempre junto a Juan Trapero pero con un “voy mejor” cuando te cruzabas con él.
Mis ojos palparon la preocupación de todos el día anterior al viaje a Milán. Un día en el que todo el grupo estaba unido, arropado por los Albertos y por el propio Juan Carlos Sánchez. Y ven las visitas que realizan habitualmente jugadores legendarios como Clifford Luyk al que los jugadores actuales saludan con admiración y respeto.
No es difícil imaginar que la sonrisa que muestra Facu Campazzo en los partidos es la misma que utiliza en Valdebebas. Siempre buscando un clima distendido, divertido. Con bromas. Es una persona agradable, amena, que nunca se esconde ni rehúye ninguna pregunta. Que es capaz de sacarle una sonrisa a Randolph.
Mis ojos ven la timidez de un bonachón Edy Tavares que acude a los “canutazos” de la prensa como un corderillo va al degolladero. A un Paco Redondo realizando innumerables series de tiro con distintos jugadores, con el “no te cagues” cuando llega el último lanzamiento de una serie perfecta. A un Causeur, lleno de sudor tras machacarse con Lolo Calín, contándonos en un perfecto castellano y una alegría desmedida que está deseando usar su pluma para firmar la última renovación. O a un Chus Mateo que te busca con la mirada para saludarte.
Nunca olvidaré el entrenamiento del día posterior a la eliminación de la pasada semifinal de Final Four en Vitoria. Me impresionó la profunda tristeza y la decepción total de todos. Las caras de utilleros, de fisios, de Pepe Blanco (delegado), de cada uno de los jugadores. Probablemente el día que me acabé de convencer que detrás de cada jugador hay una persona, como cualquiera de nosotros. Como tampoco olvidaré las caras de satisfacción en Málaga tras la conquista de la última Copa del Rey, con Rudy organizando a todos dentro del autobús para realizar una coreografía. Si, Rudy, un padrazo al que le podemos ver llevando a sus hijos a los columpios cercanos al Pabellón tras un entrenamiento en un día sin colegio.
No es raro llevarte un «lametazo» del perro del jefe de todos, de Juan Carlos Sánchez, que algunos días lo lleva a Valdebebas. Y el «capi», qué tío más grande es Felipe Reyes y no me refiero a su aspecto físico. Sabe a la perfección ejercer de líder, de capitán. Sabe quién necesita un consejo, una palmada o su propio espacio. Y nunca se olvida de ofrecerte un guiño.
Y me falta hablar de Pablo Laso. Humanamente, cada vez que puedes hablar con el te da una lección de vida, con su ironía, con su inteligencia, con su cercanía. Una persona cultivada y empática que seguramente por ello sea tan buen gestor de personas, de grupo, de equipo. El es el artífice de que este equipo sea una familia.
Por eso no es casualidad que en los famosos selfis de Llull no aparezcan únicamente los jugadores. En cada selfie aparece toda la familia de Real Madrid Baloncesto.
