La magia se traslada de la calle a los bases

Hasta ahora, para mí, lo mejor de la Copa ha sido la fiesta de las aficiones. Un momento nuevamente mágico en que las aficiones de todos los equipos se reúnen en el centro de Málaga para aunarse y festejar. Sin duda una idea extraordinaria. Allí, al son de las chirigotas de Valencia y Baskonia o a los tambores de Málaga se unen todos los aficionados, cada uno con los estandartes de su equipo para bailar con las distintas mascotas, cantar, conversar y disfrutar de la fiesta. Esto si es deporte.
Como lo es la complicidad entre dos grandes entrenadores como Pablo Laso y Jaume Ponsarnau o dos grandes jugadores como Causeur y Labeyrie, que se ha podido comprobar cuando han coincidido en sus entrenamientos matinales. Buen rollo y deportividad a raudales, tanto fuera como dentro del Pabellón.
Entremos en el Martín Carpena para ver las semifinales. El Real Madrid, en uno de sus mejores partidos de la temporada, no ha dado opción ninguna a Valencia Basket, que se ha visto superado desde el salto inicial.
Mis ojos se quedan con el recibimiento que todo el pabellón ha brindado a Felipe Reyes, que ha logrado emocionarle. Con el mágico espectáculo de Facundo Campazzo. Qué manera de leer el baloncesto, de recuperar balones, de asistir, de anotar. Un lujo de base. Su eterna sonrisa esta vez estaba más que justificada. Con el dominio en la zona de Edy Tavares. Con la cara de satisfacción de Laso en rueda de prensa por el trabajo bien realizado, que contrastaba con la decepción de Ponsarnau.
Y lo propio se puede decir de Unicaja con Morabanc Andorra. Un excelso y mágico Jaime Fernández (otro base) rompió el partido en el segundo cuarto. Y a partir de ahí fiesta malagueña.
Mis ojos se fijan en Ibon Navarro y sus vanos intentos por meter a su equipo en el partido desde la banda. En el canto a coro por la afición verde del “Puede ser mi gran noche” a mediados del último cuarto con 33 de ventaja. En la despedida de la afición malagueña a la andorrana y en la salida del vestuario de los jugadores de Unicaja para agradecer el apoyo de los suyos. En un sorprendente, para mi, Rubén Guerrero cuyo futuro es muy prometedor, Y en la petición de Luis Casimiro en rueda de prensa para que le dejemos disfrutar por lo menos una noche de su primera final de Copa.
Por cierto, si días atrás me quejaba de las “peleas de gallos”, hoy tengo que reconocer que me han sorprendido los números de los descansos de los partidos. Puro arte de la mano de unos acróbatas colgados de cintas desde lo alto del Pabellón.
Y para mañana queda lo mejor. Las dos finales. Un clásico Real Madrid – Barcelona en la Minicopa y un Real Madrid – Unicaja en la Copa. Desde luego, si ambos equipos juegan con la misma intensidad que hoy el espectáculo y la magia están garantizados. ¿Se romperá la maldición del equipo anfitrión?
