Las dos palabras favoritas de Petrovic y una obsesión

Fuente: ACB
Cuando la conversación con Petrovic se apartaba del baloncesto, él siempre repetía las mismas palabras. Hoy, día en que el Genio de Sibenik cumpliría 57 años, os traemos una nueva historia para descubrir su gran obsesión.
En esta fecha tan especial, 22 de octubre, los amigos de Fuikaomar y planetacb queremos recordar y homenajear a Drazen Petrovic. En Fuikaomar.es, además de Ropa Urbana y todo el Baloncesto con las camisetas ACB, tienen una increíble sección llamada Leyendas del Basket, camisetas de máxima calidad con triple bordado de Drazen y otros grandes de la historia del baloncesto. A Petrovic le admiramos y recordamos, entre otras cosas, por su espíritu de sacrificio y carácter ganador, como el que os mostramos en el siguiente relato.
El Real Madrid afrontaba la temporada 88/89 con la incorporación de un jugador que no dejaría indiferente a nadie, Drazen Petrovic. El Genio de Sibenik ficharía por el conjunto blanco aunque en principio todo hacía indicar que vestiría la camiseta del Barcelona. Drazen se incorporó al equipo a principios de octubre de 1988; sin embargo, su fichaje comenzó a fraguarse mucho antes, en septiembre de 1986 durante el mítico Torneo de Puerto Real, como así lo rememora el hombre quien lo hizo posible, su agente José Antonio Arízaga:
“Los jugadores yugoslavos no podían salir de su país hasta los veintiocho años. Tuvimos que pagar para que se rebajase la edad a los veinticuatro años. Una vez arreglado el papeleo, yo quería traerlo a España. Hablé con Salvador Alemany (encargado de la sección de baloncesto del Barcelona), con el que tenía muy buena relación, y me comunica encantado que entra dentro de sus planes en cuanto al tema económico, pero necesita el visto bueno de Aíto. De manera que me pide quince días para tomar la decisión y después, otros quince más. Finalmente, me llamó y me comentó que no era posible, en contra de su voluntad, porque el entrenador no estaba conforme al ser Drazen un tío muy especial que podía deshacer la unidad del equipo. Entonces hablé con Mendoza (presidente del Real Madrid) y le pregunté si quería fichar a Petrovic, a lo que me contestó:
‘Mañana mismo, pero ¿no estaba fichado por el Barcelona?’ La Cibona jugaba en unos días en Barcelona e hicimos escala en Madrid. Firmamos en un restaurante madrileño. El fichaje fue por cuatro años y por lo mismo que iba a cobrar en el Barcelona, en torno a los 300.000 dólares (unos 40 millones de pesetas) por temporada. A Drazen le daba igual jugar en el Barcelona o en el Real Madrid, pero sí tenía claro que quería venir a España, porque le encantaba nuestro país”.
Una vez en Madrid, el Genio de Sibenik fijaba su residencia en la zona norte de la Castellana, muy cerca del antiguo Pabellón de la Ciudad Deportiva. Durante su estancia no compartiría muchos momentos con sus nuevos compañeros. Drazen era una persona muy casera y no le atraía mucho salir; aun así, en tres meses aprendió el idioma.
Quique Villalobos fue uno de los pocos jugadores que compartió con él momentos que nada tenían que ver con el baloncesto: “Era una persona muy agarrada y no llegó a poner teléfono en su casa. Yo era el que más cerca vivía de él y cada vez que había un cambio de horario en los entrenamientos, me acercaba a su casa a decírselo. De esas idas y venidas, generamos una amistad más estrecha que la que tuvo con el resto del equipo.
Su madre vivía prácticamente con él, y la novia que tenía por entonces también pasaba mucho tiempo con ellos. Cada vez que iba a su casa su madre me decía: ‘Tómate algo’, y eso hizo que tuviéramos una relación más cercana”. Pero si hay un testimonio trascendental para comprender al croata, es el de José Antonio Arízaga: “No tenía grandes amistades entre sus compañeros de equipo. Era muy frío en las relaciones y un hombre centrado únicamente en el baloncesto. Yo le decía: ‘Pero, ¿no vas al cine o algún otro sitio?’ Y él siempre me contestaba: ‘Basket, basket, only basket’. Era un auténtico profesional, se cuidaba muchísimo y no tomaba ni bebía nada que le pudiese hacer daño. Recuerdo que cuando estaba en la Cibona, en los ejercicios de fuerza cargaba con Arapovic, que medía 2,15 metros de altura, para exigirse más. Era un enfermo, un machaca del baloncesto. Yo le decía que era muy aburrido”.
En lo meramente deportivo no había discusión posible, el Real Madrid se hacía con uno de los jugadores más desequilibrantes del panorama internacional, ganador dos veces de la Copa de Europa con la Cibona de Zagreb en su todavía corta carrera profesional (tenía veinticuatro años cuando llegó a España).
Para Epi, su calidad estaba fuera de dudas: “Era un jugador extraordinario, capaz de enchufártela desde cualquier sitio. El baloncesto por entonces no era tan físico como el de ahora, y en el uno contra uno era imparable, pues tenía un buen físico gracias al cual podía desbordar. No podías defenderlo tan fuerte porque enseguida había faltas. En ese momento era determinante”.
El baloncesto y su afán por ser el mejor era la gran obsesión de Petrovic. El que fuera su entrenador en la Cibona, Zeljko Pavlicevic, es muy contundente a la hora de explicar su importancia en la cancha:
“Fue el mejor jugador de toda la historia del baloncesto europeo, porque en su corta vida dejó su sello en todos los equipos en los que estuvo. Era un gran trabajador en la cancha, con una motivación excepcional para competir, no solamente para su estadística, sino también para ganar. En los partidos no conocía a nadie. Algunas veces hizo algún desprestigio hacia algunos rivales con jugadas como pasarse el balón entre las piernas, fintas, etcétera, pero conociéndolo como entrenador suyo que fui, todo el mundo contra el que se enfrentaba quería pararle y su reacción fue lógica”.
Otros, como Lolo Sainz, consideran que el croata tenía un defecto y que trabajaba día a día para intentar corregirlo y ser el mejor: “Él sabía perfectamente que tenía un defecto, y era que no había conseguido todavía automatizar su tiro. Hacía dos tiros bien, pero alguno se le iba… Su obsesión era mejorar el tiro cien por cien. Y siempre, siempre, se quedaba después de los entrenamientos a tirar. Hay una anécdota muy divertida, en el viejo pabellón del Real Madrid. Después de los entrenamientos se quedaba siempre a tirar y le decía a los niños que acudían a los entrenamientos que si le podían ayudar pasándole el balón, y al final del entrenamiento le daba cien pesetas a cada niño. Pues bien, al día siguiente se presentaron 1000 niños al entrenamiento. Se corrió la voz”.
No cabe duda de que Drazen Petrovic era alguien con un magnetismo especial. Tenía algo que enganchaba sin remedio. Por este motivo, no es extraño que, después de treinta años, muchos de los que estuvieron cerca de él durante aquellos meses en la capital de España recuerden estos pequeños secretos que nos ayudan a conocer su rostro más cercano.
Si deseas conocer más historias de Drazen Petrovic, te puede interesar el libro: “Fernando Martín. Instinto Ganador”, con muchos testimonios que ahondan en la figura del genial jugador croata (Lolo Sainz, Aíto, Biriukov, Quique Villalobos, Epi, Andrés Jiménez, Zeljko Pavlicevic, etc.).