Ni un reproche ni una lágrima por Sergio Rodríguez

Tras leer muchos comentarios, inclusive un artículo de mi compañero Ignacio Parrón en el que no entiende a Sergio Rodríguez, en el que ha recibido alabanzas y críticas, como así corresponde a una buena opinión, no me queda más remedio que entrar al trapo y dejar clara mi opinión al respecto sobre el asunto “Chacho”.
Cuando uno sigue a un equipo tiene muchos motivos para sentirse decepcionado, sin ir más lejos, quedé decepcionado este año tras ver el partido tan malo jugado por Fenerbahce, igualmente me llevé otra desilusión cuando vi al Madrid perder su partido ante Valencia Basket en La Fonteta (encima que había ido) y con ella se fue la posibilidad de lograr un título de liga que hacía especial ilusión por aquello de lograr un tercer doblete de forma consecutiva.
La marcha del Chacho al CSKA, sencillamente, me da igual, o mejor dicho, me importa un poco más que cuando se fue a la NBA por una razón evidente, ahora jugará contra el Real Madrid en Euroliga y sé que puede hacer un roto, pero en iguales condiciones que Teodosic el año pasado, hasta ahí llega mi resquemor por él, sin más, que cuando acabe el partido piense, “joer, este tío nos ha destrozado”, lo mismo que podía decir con el serbio.
Sergio Rodríguez dejó de ser del Real Madrid en cuanto subió a ese avión camino de Filadelfia que citaba en su carta, igual que no lo era antes cuando lo fichó tras su periplo anterior NBA, ni cuando jugó todos esos años en Estudiantes, ha sido durante esos seis años en que, con mayor o menor suerte (también hay que recordar los inicios) ha llevado la camiseta del club que le pagaba y dónde ha dado (de eso no hay duda) lo mejor de sí hasta el punto de ser clave en los éxitos conseguidos.
Sencillamente me alegro de toda la parafernalia montada a su alrededor, ha sido la mejor manera de abrir los ojos para los que lo tuvieran cerrados y no vean que el 99% por ciento de los profesionales se mueven al mejor postor, sin más colores que aquello que salvaguarde su estabilidad económica y la de su familia (más o menos como ustedes y yo), en donde encuentren proyectos interesantes y que les llene su corta vida como jugador, ejemplos van a encontrar por miles.
A Sergio Rodríguez hay dos cosas que le han convertido en enemigo público número 2 del madridismo de canastas (creo que el primer puesto sigue correspondiendo a Ante Tomic), la primera es su falta de claridad en sus dos etapas post-Madrid, en una diciendo que se iba a quedar con los billetes comprados para USA y en la otra dejando por sentado que su objetivo era seguir jugando en NBA, algo que seguro habrá tenido ofertas pero desechado por gustarle más el proyecto de CSKA y la segunda es el daño colateral de Sergio Llull, ese 1% de jugadores que renuncian a más dinero por otro tipo de cosas y que, para desgracia del canario, juega en el mismo equipo, pero ¿Se merece el caso prestarle más atención?
Así que séquense las lagrimas (si es que han derramado alguna), piensen en el trío de bases de este año con Sergio Llull, Facundo Campazzo y Luka Doncic, sean conscientes de que el Real Madrid no puede alcanzar las cifras que le ofrece CSKA y, sobre todo, no se depriman por alguien que, cuando se fue, tenía claro que no iba a volver, el mismo pensamiento que deben tener ustedes sin más, solo agradecerle los servicios prestados y, por supuesto, aplaudirle cuando suene su nombre por megafonía ese día de octubre en que se enfrentará al Real Madrid por lo mucho que dio siendo profesional del club blanco.
