«No sé qué miran todos estos». El día que más fliparon con Chicho Sibilio

Foto: Miguel Ángel Forniés

Foto: Miguel Ángel Forniés

Cuando se cumplen cuatro años del fallecimiento de Chicho Sibilio descubrimos algunas historias de esta leyenda del baloncesto español.

Cándido Antonio Sibilio, Chicho Sibilio, nació el 3 de octubre de 1958 en la República Dominicana, donde dio sus primeros pasos en el mundo de la canasta. A los 17 años ficha por el Barcelona, que lo incorpora a sus categorías inferiores. Allí permaneció 13 temporadas y ganó importantes títulos, como cinco Ligas, ocho Copas del Rey, dos Recopas de Europa o una Copa Korac. En la Ciudad Condal pasó los mejores años de su carrera deportiva. Sin embargo, sus últimas canastas las metería con el Taugrés Baskonia, club en el que permaneció cuatro temporadas y donde se retiró en la 92/93 con 34 años. En 1977 se nacionalizó español y disputó un total de 87 partidos con la selección española, siendo la plata del Eurobasket 1983 su mayor logro. Chicho Sibilio, alero de 2,00 m de altura, es uno de los tiradores más elegantes que se han visto en una cancha de baloncesto. Fue el primer jugador en lograr 650 triples en la ACB y el primero de la historia de la ACB en llegar a los 6000 puntos anotados. Actualmente ostenta el récord de triples conseguidos en un partido de playoffs, con 10 anotados. Es considerado uno de los mejores aleros de su época, un jugador con una capacidad innata para jugar al baloncesto y un tipo muy especial. Falleció el 10 de agosto de 2019 a la edad de 60 años, en su finca de la República Dominicana, a consecuencia de un infarto debido a los problemas de salud derivados de la diabetes que sufría.

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Julio Torres, compañero en el Taugrés, y Juan Domingo De la Cruz, amigo y compañero en el Barcelona, Taugrés y en la selección española, nos descubren algunas historias de Sibilio quien, casi nunca, pasaba desapercibido. Era un hombre que llamaba la atención tanto dentro como fuera de las pistas. Como veremos, la gente flipaba con Chicho.

Foto: Miguel Ángel Forniés
Foto: Miguel Ángel Forniés

JULIO TORRES

Para mí fue uno de los mejores compañeros que he tenido en toda mi carrera deportiva. Llegó cuando yo estaba en mi segundo año en el Taugrés. Yo era muy joven, y él venía como lo que era, una súper estrella, la mayor estrella del equipo, el jugador mejor pagado… Y desde el primer momento me demostró un carácter muy especial, en el buen sentido, compañero y amigo. El día a día fue fantástico con él. Además, cuando veía una injusticia con un jugador joven por parte de quien fuera, de algún compañero más veterano o el entrenador, él siempre se ponía a favor del jugador joven y te daba ánimos. Para mí es uno de los mejores compañeros que he tenido. Chicho ha sido un amigo, una bellísima persona y un tío realmente entrañable.

No era un tipo que se quedaba a tirar, como se dice de otros jugadores súper tiradores, como Petrovic. Él hacía sus series de tiro al acabar los entrenamientos, pero lo que más llamaba la atención de él, aparte de su capacidad para meterlas, era su elegancia y su técnica para tirar. Para mí es uno de los jugadores más estéticos y más plásticos que he visto en la faceta del tiro.

Chicho era un tío con un carácter muy especial, pero muy compañero. Recuerdo que a mitad de temporada no estaba jugando muy bien, y me comenta: “Joder, estoy deprimido, no me salen bien las cosas. Estoy a ver si entreno mejor, pero bueno, me voy a comprar un BMW para quitarme un poco…”. Se compró el BMW más grande y más caro que había en aquella época en España, y se paseó con él por la ciudad para dar un poco de envidia a los que le gritaban y a los que le decían que no estaba jugando bien.

Foto: Miguel Ángel Forniés
Foto: Miguel Ángel Forniés

JUAN DOMINGO DE LA CRUZ.

Chicho era mi hermano. Estuvimos juntos doce años en el Barcelona, más todos los años que coincidimos en la selección. También vivimos dos años juntos. Cuando llegó al Barcelona era muy jovencito, entonces tenía problemas, yo creo que de confianza. No sé cómo definirlo. Él se llevaba muy bien con la gente y con los compañeros, pero luego, a la hora de moverse por Barcelona o tal, era como un poco desconfiado. Era muy joven. Yo recuerdo que los primeros años yo tenía que probar la comida antes de que la comiera él. Me decía: “Juanito, pruébala”. Yo le decía: “Que te va a gustar”. Chicho: “No, no, si no la pruebas tú… Te tiene que gustar a ti. ¿Te gusta o no te gusta?”. Juan: “Chicho, me gusta”. Chicho: “Ah, vale, entonces la probamos”. Era muy especial en ese sentido. Pasamos muchas cosas juntas. Él venía de un sitio muy pobre, la República Dominicana, y se encontró con una ciudad como Barcelona, ganando dinero y siendo un jugador que empezó a ser importante para el club. Le costó, le costó. Pero Chicho era una persona que cuando se abría a ti era fenomenal, un tipo encantador, entrañable, un genio. Lo que pasa es que luego, a veces, le costaba. No todos podían entrar en su entorno, pero él se llevaba muy bien con todos los compañeros. De hecho, todos te pueden hablar maravillas de él. Era un tipo muy especial. Los consejos los aceptaba muy justitos. Incluso conmigo, que era como su hermano, a veces le costaba que aceptara un consejo que le daba. Iba muy a su bola.

Como jugador, ¿qué te voy a decir? Chicho era un tío que era innato. Así como uno tenía que trabajar horas y horas para trabajar el tiro, él lo tenía natural. Al principio me tocó defenderlo porque él empezó a jugar de interior, y era un tío muy difícil de marcar. Mira que yo defendía más o menos bien. Era muy complicado porque tenía muchos recursos. Él sabía dónde estaba el aro y te la enchufaba. Y luego, cuando ya jugó de 3, que era su posición, era un tirador letal. Yo he visto pocos tíos con una facilidad para hacer canastas como él. Tenía un salto interesante. Recuerdo que nos jugábamos las Coca-Colas a ver quién llegaba más arriba del tablero marcando con una tiza. Tenía un salto importante. Hombre, defender, bueno, defender, como los grandes tiradores, no era a lo que más tiempo dedicaba, ya estábamos nosotros para defender. Era un fuera de serie como jugador, yo no lo voy a descubrir. Él tiraba de lejos antes de existir la línea de tres. Tenía una facilidad para armar el tiro increíble. Además, tenía un tiro muy bonito. Yo lo digo muchas veces, me recuerda mucho, por su forma de moverse y tal, a Kevin Durant. Cada vez que lo veo, veo a Chicho. Evidentemente, Kevin Durant es un tío mucho más alto, pero su forma, su físico me recuerda mucho a Chicho. Era una maravilla como jugador. Además, yo coincidí con quizá los dos mejores aleros de aquella época, Epi y Sibilio. Chicho tiraba desde muy arriba y era muy difícil defenderle, y además tenía movimientos de pies muy buenos, pero el que más saltaba era yo. Evidentemente, en tirar ni me asomaba a lo que tiraba él, ya me hubiese gustado. Chicho era un tipo que no necesitaba quedarse a tirar después de los entrenos una hora como hacía Petrovic o Epi. Lo tenía tan dentro, era tan innato, que él no necesitaba esos entrenamientos extras. Algunas veces sí se quedaba, pero no se quedaba a tirar mil tiros, como hacían todos estos. No lo necesitaba. Tenía ese don y ya está. Era letal. Era muy bueno.

Foto: Miguel Ángel Forniés
Foto: Miguel Ángel Forniés

Fuera del baloncesto le gustaba mucho la música. Yo, lo de Juan Luis Guerra, lo tengo metido en vena ya porque me lo tenía todo el día cuando vivimos juntos los dos primeros años en Barcelona. Su canción preferida era Pedro Navaja. Le gustaba la salsa de su tierra. Además, le gustaba salir y tal, pero era un tipo que se cuidaba. Nosotros, a pesar de que sí salíamos después de los partidos, nunca fuimos ni de beber, ni de fumar, ni de cosas raras. Nos gustaba salir, dar una vuelta, reírnos un rato, incluso algún día bailar algo y tal, pero no teníamos ningún tipo de vicio raro. Éramos muy profesionales en ese sentido. También le gustaban mucho los coches. Cuando fichó por el Barcelona el primer coche que se compró fue un 124 Sport de aquella época. Y lo tuneó, todo negro, con unas líneas finas en dorado, pero era un poquito hortera. Le había tocado el motor, le puso un motor especial, y también había tocado las ruedas. Las ruedas salían de la carrocería del coche, eran el doble que unas ruedas normal. Era una pasada. La policía cuando lo paraba lo dejaba porque lo conocían. Como anécdota me acuerdo que fuimos con este coche a las carreras en el Jarama, y lo teníamos que parar cada media hora para ponerle gasolina porque con el motor que tenía se gastaba un tanque. Y qué paso, que cuando estuvimos ahí, por la noche, su primera mujer tuvo el niño. Y él se va y me deja con el cacharro ese en Madrid. Lo tenía que aparcar en una bajada para arrancarlo, y me tuve que venir solo desde Madrid a Barcelona. Se me rompió el clave del acelerador y entonces me saqué los cordones de las zapatillas, e iba con los cordones de las zapatillas acelerando por fuera el coche… Bueno, casi lo mato, casi lo mato. Tenía cosas de esas, Chicho, cosas de bombero.

Después se compró un Mercedes 380 SL, que era un avión. Ibas sentado en el asiento de atrás y tenías casi que hablar por teléfono con él porque no lo veías delante. Los jugadores de fútbol estaban muy mosqueados porque nadie tenía un coche como ese, nadie. Era una pasada. Yo sé que hubo movidas en el fútbol de jugadores del equipo que estaban mosqueados porque un jugador tan joven iba con un coche como ese.

Luego, cuando se fue a Vitoria, se compró un BMW descapotable. Yo creo que se lo compró a Ramón Rivas. Y un día veo un autobús de colegio. Era un día que estábamos encerrados por la nieve en Vitoria. Había un metro de nieve. Íbamos al pabellón y veo un autobús parado con todos los niños mirando asombrados por un lado del autobús. Entonces, me llamó la atención, y tiré un poco para adelante con mi coche. Y veo que es Chicho, con su BMW descapotable parado en un semáforo. Dos negritos, Chicho y su sobrino, con una gorra naranja uno, con una gorra americana amarilla fosforito el otro, con gafas fosforitas los dos, con un frío que te cagabas… Vamos, y en pleno invierno. Los niños estaban todos señalándolo, aplaudiendo, se reían… Cuando llegamos al pabellón, él decía: “Yo no sé qué miran todos estos”. Yo: “Chicho, chato, ¿cómo no te van a mirar? Estás en pleno invierno, con un frío que te cagas y el coche descapotable, y vais dos latinos, con las gorras de colores y vestidos así… Vamos, Chicho, lógico que te miren. Lo raro es que no se paren todos los coches para mirarte”. Él se mosqueaba mucho si lo miraban, no le gustaba mucho que si estaba comiendo en algún lado estuviesen pendiente de él. Yo le decía: “Chicho, tío, que eres Sibilio, tío. Te conoce todo el mundo, chato”.

Yo soy padrino de dos de sus bodas. Le dije: “La tercera yo no soy padrino, déjate, no quiero más. No me jodas”. Y él es padrino de mi primera boda. Y yo también soy padrino de Aroa, la primera niña que tiene. Nosotros somos como hermanos. La madre, cuando se casaron, estuvo aquí, y me decía que por qué no me iba a vivir con ellos, que conmigo iban a estar bien. “¿Cómo me voy a ir a vivir con ellos si están recién casados?”, le decía. Era genial.

Chicho era muy especial. Era un fenómeno. Era mi hermano.

 

 

MIGUEL ÁNGEL FORNIÉS nació en Badalona el 18 de septiembre de 1952. Estudió en los Salesianos Badalona y en el Colegió Badalonés. Servicio Militar en Campo Soto, Cádiz.

Fotoperiodista de Devoción. Colaboró con Eco Badalonés, 5Todo Baloncesto. Desde 1981 con Nuevo Basket como fotógrafo. Primer fotoperiodista en viajar a ver y fotografiar partidos de la NBA en 1984. Europeo de 1973, cinco Mundiales Júnior (de 1983 a 1999). Quince meses trabajando, viviendo y jugando a baloncesto en Argelia (Sidi Bel Abbès).

Mundial de España 1986, Mundial de Argentina en 1990. JJOO de Barcelona 1992 como adjunto del jefe de prensa de baloncesto. Ha escrito dos libros, Crónica de un viaje alucinante (en 2009) y Memorias Vividas (en 2015). Durante 19 temporadas (1996-2014) responsable de prensa del Club Joventut Badalona.

 

 

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