Valores, profesionalidad, dolor y despedida

Foto: Javier Rodríguez / Planetacb
Ayer el Real Madrid dio una muestra de valores y de profesionalidad, es cierto que muchos lo hacen y otros no tanto, pero nada más terminar el partido, con una incomprensible invasión de cancha en La Fonteta y que obligó a redomados esfuerzos de la organización para evitar males mayores, fueron a felicitar a los campeones para sentarse después en su silla y esperar, pacientemente, con el semblante de la frustración que inevitablemente tenía cada uno, al momento en que el Valencia Basket levantó al cielo su primer título ACB.
Antes de ello, cada uno de los entrenadores del conjunto blanco, Laso, Mateo, Redondo y Calín, fueron saludando y abrazando a sus jugadores, dándoles las gracias por todo lo que habían hecho en esta temporada que ha acabado de forma amarga, muchos con la mirada perdida, otros viendo como cada uno de los jugadores taronja recibían sus títulos salvo ese momento tan amargo en que el capitán Felipe Reyes recoge lo que nadie quiere, el título de subcampeón de liga, en donde, por cierto, un diez a aquellos que aplaudieron al jugador madridista y un cero absoluto a quienes les pitaron, porque hay momentos en que la deportividad debe superar con mucho a la rivalidad.
Muchos de los que estuvimos allí presentes y los que estuvieron viéndolo por televisión, teníamos el sentimiento de pena por perder la liga, pero oigan, que sí, que duele, pero que tampoco es para tanto, que esto forma parte de la vida misma, que conseguir tres dobletes consecutivos hubiera sido la hostia, para qué negarlo, pero esto es lo bonito y lo feo del deporte, que no se gana siempre, principalmente porque si eso pasara, qué coño haríamos con la ilusión de luchar por recuperar lo que hemos perdido, ¿acaso no están ya pensando muchos de ustedes en cómo debe ser el año que viene para volver por nuestros fueros? Pues eso, como dice Pablo Laso, «no sé qué pasará mañana, solo que seguro sale el sol».
De lo que sí nos va a costar recuperarnos es la despedida que le hemos dado al Chapu Nocioni, seguramente porque a eso ya no hay vuelta atrás, quisimos dejarle en lo más alto con Euroliga y Liga pero se nos ha quedado pequeño tras perder ambas competiciones, eso sí que es doloroso cuando ves a alguien que se ha ganado el corazón de todo el madridismo en solo tres años con la camiseta blanca.
Cuando ayer Gustavo Ayón abrazaba a Nocioni (un mexicano consolando a un argentino, telita) todos eramos un poco como el Titán, nos metimos un poco en ese corpachón con su tremendo corazón y estamos seguros que esas frases que le decía al oído tenían un poco de todos y cada uno de nosotros, seguramente él mejor que nadie le dijo las palabras que necesitaba oír y que a todos nos puso la piel de gallina.
Reconozco que fui un afortunado tomando esa foto, algo que se me quedará muy hondo y de recuerdo en esta temporada en que «solo» se ganó una Copa del Rey y en la que solo me voy con el dolor de no despedir al Chapu con una sonrisa (también le hemos visto muchas, qué carajo), con la pena (que se pasará pronto) de no lograr la liga, pero con la sapiencia de que el Real Madrid es un equipo lleno de valores y de altísima profesionalidad que me hace orgulloso de seguirle.
